Productividad
Hace años que venimos escuchando el guineo de la productividad, pero no explican bien porque tiene distintos significados. Para unos se trata de que se trabaje más y se cobre menos, eso está claro. La otra cuestión es cómo medir la productividad, y cuando se demuestra que en España se trabajan más horas que otros países tenidos como modelos, el argumento en contra es que ellos son más productivos. Siempre nos ponen el ejemplo de Alemania, pero yo veo que para dar los resultados de unos análisis los laboratorios tardan lo mismo que en España. Habría que preguntar también cuánto cobra un trabajador alemán y otro español que hacen lo mismo, porque luego los precios en la calle son parecidos y el poder adquisitivo es distinto. Y siempre me planteo cómo se mide la productividad de un guarda jurado y de otras profesiones en las que el resultado depende también de muchos elementos distintos a quien trabaja. Ejemplos claros son el trabajo de profesor o el de médico.
En cuanto a los funcionarios (seguramente habrá gente que merece un escarmiento y debe hacerse, pero son minoría) que son objeto de escarnio constante, tengo que decir que siempre que voy al Ayuntamiento, a la Agencia Tributaria, a alguna oficina de gestión del Gobierno de Canarias o a Tráfico, me atienden con diligencia. Es verdad que a veces se arma un laberinto burocrático, pero eso no es culpa de los funcionarios sino del sistema obsoleto que está en vigor. La gente protesta porque hay unas colas inmensas para renovar el DNI, y culpan a los funcionarios; luego vas a la comisaría y ves que hay tres personas que trabajan sin respiro para atender a centenares de ciudadanos. La culpa es de quien no destina más funcionarios a esta tarea. Lo que está claro es que para las verdes a los trabajadores españoles nos dicen de lo peor, pero cuando tratas de igualar salarios con otros países ponen el grito en el cielo. Y no me escondo para decir que muchos empresarios están aprovechando la crisis para mandar gente al paro y hacer el mismo trabajo con menos gente. A eso es a lo que por lo visto algunos llaman productividad.
De un tiempo a esta parte hay una especie de obsesión mediática por la historia y lo histórico, pero mirada desde la actualidad más caliente, que quita neutralidad a los análisis. Hemos visto cómo muchos proclaman que el actual Barça es el mejor equipo de fútbol de la historia, Nadal el mejor deportista español de la historia o Berlanga el mejor director de cine español de la historia. Siempre la historia, pero lo más reciente gana siempre en todas las encuestas mediáticas, porque la mayor parte de la gente no valora películas de antaño ni vio jugar a Kubala. Porque sucede en todas las áreas. No puede saberse cuál es el mejor actor de la historia, el mejor cuadro, la mejor novela, el mejor poeta o el músico más sublime. Sabemos que hay obras y figuras muy grandes, pero, dentro de esa grandeza, es cuestión de gustos, de visiones culturales y de quién haga la proclama. Es curioso ver cómo, cuando los americanos hacen un ránking de los diez mejores libros de la historia, aparecen siempre tres o cuatro norteamericanos, y en la lista de mejores actores casi no hay nombres de fuera. En el deporte se puede medir el número de medallas, de copas y todo eso, pero incluso así es muy difícil establecer ese rango supremo. Un gran deportista en cualquier rama que acapara más triunfos no es necesariamente el mejor de la historia, porque depende también de si en su su generación no han le han salido competidores del nivel que tuvo el que quedó segundo. Y se puede medir el número de goles de un equipo, pero no su juego, que es como evaluar un ballet. En estos últimos años he visto adjudicado el título máximo del deporte de la historia al Real Madrid, al Barça, a Gasol, a Nadal, a Fernando Alonso, a Induráin, a Contador, Messi, a… Uno de ellos tal vez sea ese mirlo blanco, pero deberíamos tener en cuenta a figuras como Pelé, Bahamontes, Santana, Angel Nieto… Habría que ser más comedidos… Yo también, por supuesto.