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¿Quieren que seamos un país de chivatos?

La Ley antitabaco es la que es, y digo de antemano que me parece bien. En todo caso, la ley es la ley y hay que cumplirla. Y a nadie que tenga dos dedos de frente se ocurre defender el tabaco cuando está demostrada su malignidad. Es otra cosa de la que quiero hablar a colación de todo esto, pues en el preámbulo de todas las leyes que firma el Rey suele decir que la misma se hace para que los ciudadanos la cumplan y la hagan cumplir. delacion.JPGSon todas las leyes así, por eso existe la posibilidad de que los ciudadanos denuncien infracciones de cualquier tipo, sea en asuntos de violencia de género, tráfico o cualquier otra cuestión. Lo que me parece indecente es que se insista tanto en que cualquier infracción contra esta nueva ley puede ser denunciada y se garantiza la confidencialidad. Se invita de esta manera, y más si lo hace una ministra como la de Sanidad, a que nos convirtamos en delatores, cosa que tiene su miga porque pudiera suceder que haya gente que se exceda y denuncie injustificadamente por diferencias personales con alguien. Está la ley; que se cumpla, pero no estén incitando a la gente para que se conviertan en chivatos. Eso, además de ser una práctica excesiva y poco segura (no sería el caso con la violencia de género) es feo, como dirían en mi barrio. Señora ministra de Sanidad, aplique la ley, pero no predique la delación y el chismorreo, que se empieza denunciando a un fumador y acabamos controlando la vida de los demás, la antesala de un estado policial en la que todos desconfían de todos.

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No pido mucho a 2011

Presumo de no ser alarmista ni de crear discursos incendiarios. Sin embargo, decir hoy que España está en Estado de Emergencia no es ser alarmista, es proceder como notario de la realidad. Y esa emergencia pudiera justificarse por las malas perspectivas económicas, con millones de personas sin trabajo y una economía con plomo en lo pies. Unos dicen que es consecuencia del estado general del planeta, otros que es un crisis de confianza; el caso es que hay que afrontar un año con muchas dificultades.
galgospodencos.JPGPero ni siquiera con los datos anteriores -graves y reales- me pondría alarmisma, porque, en condiciones normales se trataría de un ciclo de vacas flacas como ha habido otros. Mi preocupación surge de la percepción de que en este temporal no tenemos una tripulación competente, porque la actual situación no sólo es un caos económico sino también una crisis social, política y de toda índole, en la que quienes tienen alguna responsabilidad pública parecen empeñados en ahondarla. La impresión es que cada cual quiere llevar el agua a su molino, sin darse cuenta de que el torrente es colectivo y para cuando el agua llegue no va a haber nada que moler.
Dicen que en los momentos difíciles es cuando dan la talla los grandes líderes. Ya lo vimos en la Transición, y por eso algunos de aquello nombres hoy son recordados con respeto y admiración: Suárez, Tarancón, Pujol, Fraga, González, Ferrer Salat, Carrillo, Camacho… Cada uno supo estar en su lugar y en el de lo colectivo. Ahora no se ven estos liderazgos con sentido del Estado. En esto momentos, España debería ser una piña, y sin embargo todos juegan pensando en su parcelita. Gobierno, oposición, empresarios, sindicatos y la Iglesia Católica -importantísimo factor de cohesión social-, arman bulla, disparan unos contra otros y repiten una vez más la fábula de Iriarte, en la que dos conejos se detienen a discutir si son galgos o podencos los perros que los persiguen.
Barco_en_la_Tormenta[1].jpgAhora tenemos metralla inútil con las elecciones de mayo, sigue el integrismo católico -no el catolicismo- echando leña al fuego, y en Canarias más de lo mismo. Mi alarmismo no nace de la situación -que es complicada- sino de la percepción de insolvencia que vemos en los dirigentes de todos los sectores que concurren en una solución colectiva. Esas personas tienen hoy la oportunidad de pasar a la Historia con mayúsculas, pero siguen empeñados en conseguir o conservar una poltrona.
En esta tesitura, lo que cabe pedir para este momento es sensatez y colaboración de todos, porque vamos en el mismo barco y la tempestad arrecia. Por ejemplo, creo que las elecciones generales deberían adelantarse para que coincidieran con las locales. Así habría menos gasto electoral y sólo seis meses de campaña, en lugar del año y medio que se nos anuncia. No podemos estar tanto tiempo en situación de provisionalidad, porque viene una ola gigante, y ya no vale despistar con cortinas de humo, dando tres cuartos al pregonero para que se mantenga el debate artificial Madrid-Barça, el chismorreo de si Letizia se lleva mal con sus cuñadas, si la «mujer del año» es Sara Carbonero porque el Capitán Casillas la besó en Sudáfrica, y el imperio de la telebasura para que la sociedad siga anestiesiada. No me atrevo a esperar siquiera una pizca de grandeza, me conformaría con algo de sentido común.

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La hipocresía del tabaco

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Fumar es un mal vicio, eso no puede discutirse. Hoy entra en vigor la nueva Ley del Tabaco, que no estoy yo muy seguro de que vaya a cumplirse, lo mismo que la anterior. El tabaco hace daño, eso es cierto, y se ha emprendido una cruzada muy curiosa desde el Gobierno, porque por un lado subvenciona los cultivos de tabaco desde el ministerio de Agricultura y por otra critica el gasto que supone en Sanidad el tabaco y extiende multas. Más allá Hacienda recauda dinerales por impuestos en la venta del producto, y algo tan dañino, que crea tantos problemas sigue siendo de uso legal. Todo un entramado hipócrita, como ocurre con el alcohol, que por lo visto sólo hace daño cuando se conduce. Luego están los fundamentalistas de cualquier cosa que hacen cruzadas sobre lo que sea. Y aunque, insisto, sería ideal que no se fumara, cada día nos sacan normas que prohiben cosas. Nos tienen normativizados, porque a este paso van a decirnos por decreto hasta cómo vestirnos, cómo peinarnos y otras muchas cosas de la vida diaria. Por cierto, la nueva ley permite fumar en determinadas zonas de residencias de ancianos ¿? Eso sí, la guerra, la pobreza y el abuso no los prohiben, con el daño que hacen.