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Un premio justo pero tardío

El Premio Cervantes es tan machista como la Real Academia Española. Desde su instauración en 1976, de los 36 premiados (ha habido ex-aequos) sólo tres mujeres han conseguido el galardón: María Zambrano, Dulce María Loynaz y ahora Ana María Matute. Es decir, ni siquiera el 10% de los galardones han ido a mujeres, y eso que las ha habido importantes, porque el Cervantes ha pasado por encima de escritoras como Carmen Martín Gaite, Elena Quiroga, Carmen Conde o Rosa Chacel, por citar sólo a las españolas agraviadas, porque en América hay más, y a Ana María Matute se lo han dado a los 84 años, cuando ya en 1976 tenía peso para ello, pues en ese año cuando fue candidata al Premio Nobel.
AMM pertenece a esa generación de posguerra que escribía en una España yerma, en la que las mujeres eran tratadas como criadas de los hombres. La espita la abrió Carmen Laforet y detrás de ella siguieron nuestra autora o la grandísima Martín Gaite. Curiosamente, las tres fueron objeto claro de ese machismo reinante, con separaciones matrimoniales muy duras y abusivas, pues a AMM ni siquiera le dejaban ver a su hijo, ya que la tutela era de su exmarido. Tal vez por eso, en los años cincuenta y sesenta escribió muchos relatos para niños, que siempre iban dedicados a su hijo.
z2ana-maria-matute11--644x362[1].jpgLa rebeldía que documentan sus novelas eran el santo y seña de la escritora, pero como mujer estaba con el corazón roto. De aquella época son sus más sonoros éxitos en literatura infantil, pues pocos hay de aquellas generaciones que no leyeran Los niños tontos, un libro ejemplar lleno de sensibilidad y a la vez de dureza. Ella seguía firma, agarrada a la literatura fieramente realista, no en vano es una de las más genuinas representantes del Realismo Social, un movimiento literario que era muy osado porque denunciaba entre líneas los desmanes sociales de una dictadura que amenazaba con no acabar.
De su primera etapa como novelista -hubo largos silencios en su narrativa digamos de adultos- destaco sin dudarlo su trilogía Los Mercaderes, compuesta por Primera memoria, Los soldados lloran de noche y La trampa. Hay muchas y buenas novelas en su bibliografía, y en 1996 nos dio una obra maestra, Olvidado Rey Gudú, que remacha una trayectoria impecable. Como le sucedió a Delibes con El Hereje, AMM, ya con muchos años, escribió una novela extraordinaria cuando ya no se esperaba de ella nada que superase la enorme altura de lo anterior. Su obra fue reconocida en muchos ámbitos, y es probablemente la mejor autora de literatura infantil y juvenil de nuestra lengua, siempre con una altísima calidad literaria y un espíritu aleccionador sin que se notara, pues eran los personajes y las situaciones la auténtica lección de vida que ella proponía.
z1ana-maria-matute4--644x362[1].jpgLos jurados del Príncipe de Asturias y del Cervantes han mirado para otro lado una y otra vez, y ahora por fin le han concedido el máximo galardón de las letras en castellano. lo cual es una enorme alegría a la vez que una sorpesa, muy grata, eso sí. La mujer, como ser humano tiene valores equiparables a los del hombre, pero hasta ahora se le habían negado. De eso ha escrito mucho AMM, y también hay que decir que esa eclosión de mujeres escritoras en la actualidad es el fruto de la lucha de muchos años de mujeres con talento como la que ahora recibe el Cervantes. En otros jurados fueron más justos y por eso AMM tiene en su poder galardones del prestigio del Nadal, el Planeta, el Café Gijón, el Fastenrath de la Real Academia, el de la Crítica, el Nacional de Literatura y el Nacional de la Letras Españolas. Tampoco se han olvidado de ella los jurados que premiaban su otra faceta, y por ello también está en posesión de los dos más prestigiosos, como el Lazarillo y el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.
Es verdad que hay otros escritores, como Juan Goytisolo, a los que se les resisten los dos grandes premios españoles, pero lo de AMM clamaba al cielo, aunque ella se lo tomaba con sentido del humor, porque es una mujer inteligente. Aunque siempre gozó del éxito literario y de un bien ganado prestigio, su vida personal no ha sido fácil, y su manera de entender el mundo, expresado en una larga obra literaria, es un testimonio que sirve de espejo a muchas mujeres, porque la lucha por la igualdad no viene de ahora, a la chita callando ha habido durante muchos años mujeres como AMM que han dado un ejemplo. A ver si en los próximos diez o veinte años le dan el Cervantes a mujeres, para equilibrar. Y las hay con ese nivel. ¿Qué se quedan hombres fundamentales sin el premio? Eso ha venido pasando durante treinta años con las mujeres y nadie ha dicho nada.

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Este trabajo se publicó el 25 de noviembre en la edición impresa de Canarias7.

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Coherencia y autoestima

Hay palabras que tienen muchos matices. Según el diccionario de la RAE, coherencia es «la actitud lógica y consecuente con una posición anterior». Se tiene por virtud mantenerse en sus ideas, pero sólo en los principios, porque las circunstancias pueden hacer cambiar la situación. Hay quien presume de coherente porque lleva 20, 40 año o toda la vida manteniendo la misma actitud ante algo, y eso puede ser muy admirable, pero a veces esa coherencia a marchamartillo está divorciada de la realidad y es como vivir en un mundo paralelo. z54321.JPGOtra cosa es ser consecuente, que es obrar en consecuencia según lo que se piensa o se dice. Ser consecuente sí que es admirable, porque las acciones cuadran perfectamente con el discurso, y a veces consecuencia y coherencia se confunden, cuando son dos conceptos muy distintos. Se puede ser coherente con unos principios ajustados a la realidad, porque a menudo suele suceder que mantenerse en una posición, por muy coherente que sea, puede resultar negativo incluso para la idea que se defiende. Por eso hay que tener cuidado con algunos conceptos, como los mencionados, o con la autoestima, que es un concepto en principio positivo, pero si se lleva a extremos estamos en la antesala del egoísmo más disparatado. De manera que, autestima y coherencia han de ser tomadas con cuidado para ser consecuentes en la forma debida.

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¿Por qué JFK roza el mito?

Como cada año por estas fechas, los medios se ocupan del aniversario del asesinato del Presidente Kennedy, ocurrido en Dallas el 22 de noviembre de 1963. Hay tres o cuatro presidentes de Estados Unidos que rozan el mito, Washington porque fue el general de la Independencia y primero de la lista, Jefferson porque fue el gran pensador de la revolución americana, Lincoln porque ganó una guerra civil y abolió la esclavitud y Rooesevelt porque sacó al país de la Gran Depresión con una guerra y batió el récord de permanencia. Eso a grandes rasgos, porque todos tenían sus luces y sus sombras. El quinto presidente mítico es Kennedy, que no llegó a cumplir tres años en la Casa Blanca, pero por unas razones o por otras no es un presidente más. Ni siquiera lo mitifica su muerte televisada; otros como Garfield o McKinley también fueron asesinados y se pierden en la lista.
zIndice63[1].jpgLa cuestión es que Kennedy no era más que otros, pero respondió a una demanda del pueblo americano. Fue la gran esperanza y la gente personificó en él sus ilusiones de cambio. Sin duda él respondió a las demandas, y aunque casi nos mete en una guerra nuclear impulsó la Ley de Derechos Civiles y acabó con 15 años de mccarthismo. Kennedy fue una necesidad, porque no era un santo, pero el sistema no estaba dispuesto a que imprimiera a aquella sociedad el cambio de rumbo que demandaba. Su hermano Robert quiso seguir su estela, pero ni siquiera lo dejaron pisar el despacho oval, no fuera a resucitar el entusiasmo que el pueblo depositó en JFK. Cuando mataron a Kennedy cambiaron el rumbo del mundo para los siguientes cien años, y eso lo sabe el inconsciente colectivo. Sus devaneos amorosos y sus juergas con el clan Sinatra son menudencias históricas para el papel couché. Lo importante fue que representaba un objetivo y con su muerte se abortó. Luego todo ha sido gris, manejado por los poderes económicos a los que él desafió y por eso se lo llevaron por delante.
En aquel momento se necesitaba un revulsivo y JFK lo encarnó. Llegó como Obama, pero, al contrario que este, no se entregó a los republicanos y al capitalismo salvaje. Pudo ser otro, pero fue él. Por eso, 47 años después, roza el mito. Nunca sabremos qué habría pasado si hubiera completado los ocho años de los dos mandatos, pero como lo mataron en el momento justo no tuvo tiempo de embarrarse en Vietnam, aunque en este asunto tampoco sabremos si habría actuado como Johnson y Nixon. Con él se fue una promesa sin tiempo para cumplirse.