Hace unos días celebraba aquí el Premio Nacional de Poesía a José María Millares, ayer mismo el Nobel de Vargas Llosa y hoy toca el Nacional de Narrativa. Pero este vez no estoy muy de acuerdo, y no porque no me parezca bueno el libro de Javier Cercas, que lo es, sino por una mera cuestión de procedimiento. Y es que niego la mayor, porque por muy bueno que sea un texto, si no es narrativa no puede ser galardonado con un premio de narrativa. Pero, claro, me dice un amigo que es lo mismo que hizo Truman Capote en A sangre fría, Nuevo Periodismo.
Leí Anatomía de un instante y me maravilló el juego literario al tiempo que reflexivo que hacía Cercas. Pero no es una novela al uso, como se publica en la nota oficial de prensa que sale en todos los medios. El libro es una reflexión sobre el poder, sobre la dimensión de superhombre que a veces una persona común se arroga porque tiene esa responsabilidad. Es un dibujo de Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo muy descarnado y nada misericordioso aunque creo que muy ajustado. Se podría calificar incluso de gran reportaje cercano al periodismo y con grandes dosis de ensayo cuando no de historia investigada, que seguramente merecía un Premio Nacional pero tal vez no el de Narrativa, y sé que mucha gente no comparte mi opinión, porque las historias reales y las ficciones se contruyen con los mismos recursos literarios.
Decía Cela que novela es cualquier cosa que debajo del título lleve la palabra «novela». Vargas Llosa experimentó con partes militares, recetas de farmacia y documentos contables en Pantaleón y las visitadoras. Pero era ficción, recursos que tenían el propósito de contar una historia. En el libro de Cercas eso no pasa. Pero finalmente es un gran libro, y como llega el otoño empieza la pedrea.
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