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Irresponsables

Se habla demasiado de los detalles alrededor del acto del Día de la Hispanidad en el Paseo de la Castellana de Madrid. Para empezar, no entiendo por qué una fecha tan significativa para el mundo hispánico se celebra con un desfile militar. En todo caso, un desfile civil, que ya las Fuerzas Armadas tienen su día a comienzos de verano. Esa manera de identificar Estado con Ejército es una herencia decimonónica.
zyDSCN3098.JPGTampoco entiendo ese debate sobre si no sé quién iba vestida así o asao, porque parece que estamos ante otro tipo de desfile, el de moda, que no es el caso en una fecha solemne. Y no es muy edificante que los invitados se pongan a discutir en público sobre si aquel presidente autonómico regala anchoas o si la financiación de los ayuntamientos endeudados ha quedado paralizada. Cada cosa en su sitio, pero poco pueden pedir respeto los políticos cuando ellos se pasan el acto entre chismorreos y puestas en escena infantiles. Dicen que cada país tiene los políticos que se merece, pero me niego a creer que España se merezca a estos irresponsables.

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FOTO: Lo que más me interesó del acto fueron las acacias florecidas a destiempo.

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Premios literarios previstos

Como cada 15 de octubre, esta noche se falla el Premio Planeta de novela, aunque más que decir fallar debería ser anunciar, porque un fallo proviene del sesudo estudio que hace el jurado de las novelas presentadas, y sabemos que no es así, porque, qué casualidad, hace treinta años que no lo gana un desconocido, siempre es alguien que tiene ya un nombre que asegure las ventas. Cuando veo a los escritores primerizos que se presentan a estos premios de tanta repercución siento ternura, porque esas son las novelas que suman las cuatrocientas o más que se presentan. Pero no cuentan sino unas poquitas, o mejor dicho, cuentan dos, la ganadora y la finalista.
zpremio-planeta[1].jpgTodos los años saco cuentas y miro a ver qué escritores famosos no lo han ganado, o casi famosos pero que pertenecen a la cuadra de Planeta-Seix Barral. Si digo media docena acierto seguro. Algunos fichan con la promesa de que en un año o dos les darán el gran premio, y este año ando algo despistado, pero por eliminación se me ocurre que no lo tienen Vila-Matas, Elvira Lindo, Pedro Zarraluqui, Javier Sierra o alguno de estos periodistas de tertulia metidos a novelistas históricos. Tampoco lo tienen Cercas, Mendoza y Javier Marías, aunque si lo ganaran me llevaría una sorpresa y una decepción. Incluso cuenta María Dueñas, el fenómeno literario del año, si es que ha tenido tiempo de escribir nueva novela. Quedan fuera Almudena Grandes y Jesús Ferrero porque acaban de publicar (a ver si voy a tener que morderme la lengua…)
Y es que cuando hablo de estos premio no se trata de literatura, sino de prestigios inflados y de negocio. Esto no quiere decir que a veces no gane una buena novela; es natural si quien lo obtiene es un buen novelista, como Semprún o Muñoz Molina. Y otras es el nombre el que prestigia al premio (Cela, Vargas Llosa, Marsé, Torrente Ballester). Pero, ya digo, no estamos hablando de literatura. ¿Se imaginan a un escritor con oficina en varias ciudades y media docena de personas trabajando para él? Pues los hay. Debe ser que yo todavía tengo una idea romántica de la literatura.

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La verdad es la verdad

Dice el viejo aforismo que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Ya sé que para muchos Julio Anguita es un «iluminado», cosa que yo no comparto, y digo a la vez que tampoco comparto la intransigencia irreductible de algunos postulados del viejo PC, trasladados a IU, que responden a discursos obsoletos de la época de la Guerra Fría.
zzDSCN3231.JPGPero, alto ahí; no es verdad que hayan muerto las ideologías, ni tampoco aquella mamarrachada del fin de la historia de Fukuyama. En el mundo sigue habiendo desigualdades, cada vez más, y en Occidente, que parecía que podía ir escapando montado en las volátiles alas de la democracia cristiana y la socialdemocracia, también se está aplicando la regla de que cada vez los ricos sean más ricos y los pobres más pobres. Ah, y que hay que acabar de una vez por todas con las clases medias y el Estado del Bienestar. Nos dijeron desde Bruselas que ahora no es el Estado, sino la Sociedad del Bienestar, lo que carga el asunto en los que cotizan, los que tienen una nómina, y yo no veo que se avance en esa quimera de que los servicios sociales son nichos de empleo, con lo cual -decían- el capitalismo se retroalimentaba y todos tan felices. Y como Julio Anguita lo explicó claramente, les he enlazado con su intervención hace unos meses en el programa «59 segundos» de TVE.