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La polémica en el luto por Saramago

José Saramago fue un gran escritor, de eso no hay duda. Por lo tanto, nada que objetar a todo lo bueno que se ha dicho, y por su puesto a su presencia en asuntos públicos, su palabra comprometida en los medios, su discurso a la vez pesimista y esperanzado. Ha muerto, y es una lástima. Pero creo que se está sacando de quicio el asunto del trato que las instituciones canarias han dado al escritor en su muerte. Recibió el homenaje de los vecinos de Tías y de todo Lanzarote en una biblioteca con su nombre, que es lo máximo que puede hacerse con un escritor, y fue a presentar sus respetos al fallecido la Consejera del área de Cultura del Gobierno de Canaria, además de otros representantes públicos de Lanzarote.
aabsDSCN3199.JPGNo acudió el Presidente del Gobierno, es cierto, ni a Lanzarote ni al funeral de Estado de Lisboa. Y de ahí viene la crítica que yo no entiendo. Saramago era un escritor afincado en Lanzarote, era Premio Nobel, y se le tenía afecto humano. Y era Medalla de Oro de Canarias y Premio Canarias en la modalidad de Intenacional. Hemos visto cómo han fallecido muchas figuras que eran Premios Canarias o Medallas de Oro y, que yo sepa, nunca se decretó luto oficial en Canarias por ello. Es cierto que Saramago tenía proyección fuera de aquí, pero también la tuvieron Rumeu de Armas, Alfredo Kraus y otros Premios Canarias. Y nunca hubo luto oficial, sino una nota de pésame, una corona y la asistencia del responsable del Gobierno en el área en la que destacó el finado. El Presidente no suele ir a los velatorios y los entierros de los Premios Canarias, a veces sí lo ha hecho alguno tal vez por amistad personal con el fallecido, pero no es lo habitual. Sin ir más lejos, hace unos meses nos han dejado dos grandes de la literatura canaria del siglo XX, Rafael Arozarena y José María Millares, no hubo luto oficial, y nadie se molestó por ello, al menos públicamente.
Yo no defiendo las costumbres del Gobierno de Canarias para estos casos, lo que sí digo es que, si se hubiera decretado luto oficial por Saramago, se habría hecho un agravio comparativo con nuestros personajes desaparecidos, cuya muerte tal vez no fue noticia de primera página en Madrid y el extranjero, pero que hicieron una labor literaria, científica, investigadora o artística de gran valor. Dado que no existe un protocolo oficial sobre el asunto, es la costumbre la que manda, y a Saramago se le rindieron los mismos honores que a cualquier otro Premio Canarias. Ir más allá es meterse en el run-rún mediático, porque Saramago, por su vinculación con Canarias, merece lo mismo que Arozarena, Millares, Lezcano, Padorno o Rumeu, pero no más. Y ya que se ha producido la polémica, tal vez se debiera redactar ese protocolo para que no hubiese dudas y confusión, que es lo que permite distintas interpretaciones.

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España en el todo o nada

Me he impuesto el reto de escribir sobre la selección española de fútbol antes de que se juegue el partido que la clasifica o que la envía a casa. Si ha ocurrido lo segundo, saltarán chispas y se dirá aquello de que jugamos como nunca y perdimos como siempre, que el juego de pases español vale para jugar billar artístico pero no para clasificarse en un Mundial, que los jugadores españoles se lo han creído y en realidad son una panda de señoritos que no tienen conciencia de que en estos momentos a España le hace falta ilusionarse con algo, aunque sea fútbol, pues así han vivido los brasileños durante décadas, que si…
ajabulani.JPGEsto, claro, llenará de alegría a los que pregonan que el fútbol es el opio del pueblo. Y yo digo que si la consigna es «pan y circo», ya que el pan no abunda, al menos no nos jodan el circo.
Si España se ha clasificado, ese juego de billar artístico es la quientaesencia del fútbol, somos los mejores y todos deberían mirarse en nosotros. Vicente del Bosque será elevado a los altares, esos señoritos insensibles se convertirán en héroes, modestos chicos buenos que tienen un Ferrari en el garaje porque se lo merecen. No sé si en este caso España es primera o segunda de grupo, y tampoco sé cómo ha quedado el otro grupo, así que en octavos será Brasil o Portugal. Como se ha ganado, ya verán que va a dar lo mismo, los echaremos de Sudáfrica, sean portugueses o brasileños …
… Hasta ver si en el partido de octavos el juego de España es billar o fútbol. Depende de que la bolita entre o no.

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Discutiendo inutilidades

En una situación como la actual, los políticos siguen empeñados en mostrar pecho, enrocándose en sus posiciones e ironizando sobre las posiciones de los otros, como si cada uno de ellos hubiese tenido una revelación y tuviese la receta para afrontar la crisis. Las distintas opciones han demostrado que no tienen ni idea de lo que pasa, y que funcionan a remolque, haciendo y diciendo lo contrario de lo que pregona el adversario.
aaido5.JPGYo no sé si Bibiana Aído es buena o mala ministra, y tampoco tengo claro si el ministerio que dirige es tan imprescindible o por el contrario es un adorno. Lo que sí parece cada vez más claro es que, si hay cambios en el Gobierno (si es que los hay, porque ahora dicen que no), casi estoy convencido de que Bibiana Aído va a seguir siendo ministra, simplemente porque es la diana a la que van todos los dardos de la oposición, y Zapatero no va a darles el gusto de cambiarla. Posiblemente me equivoque, pero esa es la actitud que ha imperado en una y otra orilla en los últimos meses. Es como lo de la selección española, que cada cual tiene su alineación y su estrategia, pero lo que hace falta es meter goles, no ganar la discusión, porque finalmente no conduce a nada.
De la crisis hay muchas cosas que me cabrean y muchas mentiras interpuestas, pero de todas la que más me enfurece es cuando un tipo con el riñón bien cubierto (vaya usted a saber si gracias a las martingalas financieras que se hicieron) dice sin sonrojarse que «es que vivíamos por encima de nuestra posibilidades», y abronca la gente que tiene una pensión mísera, al trabajador mileurista y al parado. Hay que joderse. Lo que pasa es que ha habido mucho ladrón de guante blanco y no otra cosa. Hípócritas.