Cuando llega junio se vislumbra el verano, pero este año parece que se ve a través de un cristal empañado. En una lista de cuatro años seguidos, divisamos en este mes unos juegos olímpicos, una Eurocopa o unos Mundiales de Fútbol. Hay un año que se queda cojo, que no es este precisamente. España va al Mundial de Sudáfrica en plan de favorita, y eso siempre es malo, porque una cosa es que los demás lo digan, pero cuando los propios jugadores españoles se autoproclaman candidatos al título la cosa me gusta menos. La prueba es que no estuvieron finos en su primer partido de preparación frente a un rival teóricamente goleable. A lo mejor es una estrategia para que los demás se confíen. Pero en esto yo creo que tiene que ver más la memoria colectiva que el juego. De toda la vida, Italia, Alemania, Brasil y Argentina son las que se llevan la palma, aunque no estén en su mejor momento. Hay que añadir a Francia, que últimamente siempre cuenta. Si no me falla la memoria -que puede ser-, desde hace treinta años sólo estas cinco selecciones han jugado la final. Curioso, y da igual que ande de por medio la rutilante Holanda, la sorpresiva Croacia o una desconocida Dinamarca en su momento de gloria. Cuando quedan cuatro equipos, siempre salen de esta lista de cinco. Ojalá se rompa la racha y España pase a formar parte de ese club selecto, y que gane si es posible, pero aviso por si hay quien cree ciegamente que España va a ganar el Mundial. Los números dicen que ahora mismo España es la mejor selección del mundo, pero no hay que fiarse, y si no sale como se espera tampoco es una tragedia, es sólo fútbol, aunque como está el patio no estaría mal una alegría colectiva.
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