La soledad de Ratzinger (*)
El juez Baltasar Garzón ha sido inhabilitado a media mañana. No quiero entrar a fondo para no acabar también en los juzgados. Es que me lo cuentan y no me lo creo. Es el colmo de la politización de la justicia. Un hecho que nunca creímos que llegaría a ocurrir en un estado europeo que se dice moderno. !Qué daño a la democracia y a la convivencia!
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Este es el post que publiqué esta mañana:
Las apariciones de Fátima fue un asunto que Juan Pablo II hizo muy suyo, hasta el punto de interpretar la tercera carta de Fátima como un anuncio de su atentado. El Papa polaco se erigió entonces como un protegido de La Virgen, diciendo que lo salvó de una muerte segura cuando le dispararon. Esa interpretación la hizo en el año 2000, cuando visitó el santuario portugués.
Ahora Benedicto XVI ha ido también a Fátima por el 13 de mayo, y ha sido tan claro como no nos tenía acostumbrada la ambigüedad vaticana. Ha dicho que el mal de la Iglesia está en su interior, y ha dejado al descubierto a la mayor parte de la Curia recalcitrante que puso en Roma Wojtyla. En lugar de los personalismos de Juan Pablo II, nombrándose a sí mismo mártir, Ratzinger hace un análisis más terreno, y pone en entredicho la figura de su antecesor. Lo ha podido decir más alto, pero no más claro. Yo que siempre soy muy crítico con el discurso nebuloso de Roma, me quito el sombrero ante la claridad y la valentía de Ratzinger, que ha abandonado su aureola de rata de biblioteca para bajar a la arena y coger el toro por los cuernos. Eso significa que en el Vaticano debe haber una lucha terrible por el poder, con las organizaciones que tanto protegieron Wojtyla y sus cardenales en contra y con el apoyo ínfimo de unos pocos. Pero puede ganar, porque empieza a tener la prensa mundial a favor, y es de toda la jerarquía eclesiástica el único que parece distinguir entre bien y el mal. Suerte que es el jefe.
(*) Vaya, cuando Ratzinger me tenía contento por su valentía, va y larga ayer otra vez en Fátima el discurso de siempre contra la homosexualidad. Es que…
Otra cosa es que el ejercicio de ese mandato sea un desastre y haya que hacer una moción de censura, pero a eso tampoco casi nunca se llega y en circunstancias especiales, sobre todo cuando el partido en el poder gobierna con mayoría absoluta, se cambia de líder sobre la marcha, como ocurrió en 1940 cuando Churchill sustituyó a Chamberlain. En todo caso, cuando hay un gobierno débil y una mala política, la costumbre es convocar elecciones generales, y lo normal es que de ella salga un gobierno fuerte, porque los ingleses saben mucho de democracia. Tanto saben, que en 1945, cuando acabó la guerra y a pesar de considerar que Churchill había sabido manejarla magistralmente para la victoria, perdió las elecciones. Los ingleses percibieron que un gigante para la guerra no era el hombre indicado para la reconstrucción y la paz. Luego, en 1951, cuando se hizo visible el pulso de «La guerra Fría», volvieron a elegirlo porque necesitaban un pulso firme por si había que enfrentarse al bloque soviético. ¡Cuánto tenemos que aprender de los ingleses!