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El sofisma para invertir la culpabilidad

Acabo de ver el programa 59 segundos de TVE1, y todavía estoy flotando. Ante los casos de pederastia en la Iglesia Católica, un clérigo presente en el debate (la perplejidad me impidió retener su nombre), en lugar de reconocer la evidencia del silencio cómplice del Vaticano, ha tirado del argumento de que el Papa ha pedido perdón.
accrruuz].jpgY ya está, el Papa pide perdón y se cierra el asunto. No es esa la opinión de la Asociación de teólogos Juan XXIII, también presente en el programa, que pide la dimisión de Benedicto XVI. No estamos hablando de pecados, sino de delitos, en plural, el de la pederastia y el de la complicidad. El colmo ha sido que en lugar de entonar el mea culpa (latín sabe para eso), el cura se ha despachado a gusto acusando de pederastia a las familias, a los pastores de comunidades no católicas y a los profesores de gimnasia. La pederastia es cosa del pederasta, a La Iglesia lo que le corresponde es su denuncia y no su ocultación. Cuando sucede en un colegio o en un club deportivo, estos no lo ocultan, sino que llaman a la policía.De eso es de lo que estamos hablando y lo demás es marear la perdiz.
Lo estaba viendo y oyendo y no sé si era mayor mi perplejidad o mi indignación, o al revés. Si me lo cuentan, les juro que no me lo creo, y como sé que ustedes no acaban de creerme (porque es increíble), sugiero visitar la página web de Televisión Española.
Para no repetirme más sobre el tema, me remito a los comentarios que publiqué el 30 de marzo y el 13 de abril, porque lo que vi anoche en televisión se parece mucho al juego de los trileros, tratando de hacer que lo blanco fuese negro y utilizando las habilidades del lenguaje para que sean los medios de comunicación los que parezcan culpables por publicar la verdad. Claro que en algún momento quiso decir que eran mentiras. Las mencionadas intervenciones del sacerdote en 59 Segundos son el mejor ejemplo que he visto en mi vida de lo que es un sofisma.

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El cometa Halley y Mark Twain

200px-Mark_Twain[1].jpgHoy hace cien años que murió un norteamericano que si les digo que se llamaba Samuel Langhorne Clemens es probable que no sepan quien fue, pero si les nombro a Mark Twain enseguida lo reconocerán como el autor de los libros sobre el gran río Misisipi. Y es que Mark Twain es todo un personaje de novela, con sus primeros escarceos de aventurero, su participación en la guerra civil americana en el bando confederado, sus ruinosas aventuras como editor y sus viajes increíbles en la última etapa de su vida.
Hoy es un gran clásico, pero tuvo una vida muy azarosa y en cierto modo triste, pues vivió lo peor que puede sucederle a un ser humano, la muerte de varios de sus hijos e hijas, lo que amargó sus últimos años. Dijo haber tenido una revelación, pues cuando se anunció unos años antes que el cometa Halley pasaría el 22 de abril de 1910 él predijo que moriría ese día, que se iría con el cometa. Unos dicen que falló por un día, pero otros aseguran que acertó, porque murió el 21 al filo de la medianoche. Tal vez fue causalidad, aunque Carl Joung dijo que «no existen, nosotros hacemos parte de un rompecabezas cósmico donde las casualidades nos guían hacia nuestro destino». Ahí queda eso, y también el recuerdo de un gran escritor, que pasó como el cometa Halley y sigue navegando en la memoria colectiva con las historias del gran río.

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Aviso a la Humanidad

Los que empezamos a tomar conciencia del mundo en la segunda mitad del siglo XX hemos creído de una forma casi inconsciente que Europa era un paraíso y que los desastres de todo tipo eran cosa de otros continentes. La guerra de los Balcanes nos empezó a sacar del sueño de bienestar y comodidad en el que siempre lo resolvíamos todo apretando un botón, y que el horizonte era tener dinero porque así se puede comprar todo. Pero resulta que no. Estamos viendo que Europa es vulnerable, y que el poderío de antaño se ha ido disolviendo. Ni siquiera teniendo dinero puedes hacerlo todo, porqué dependemos de muchos factores externos. Incluso el dinero puede que un día no valga y sólo sea papel inservible.
avolcan1.jpgAhora lo comprobamos con el volcán islandés de nombre impronunciable, que nos aboca a memorias que creíamos periclitadas, como la del año 1815, cuando entró en erupción en indonesia el Tambora y envió a la atmósfera cenizas hasta oscurecer el sol, y hacer que 1816 fuese el año sin verano. En agosto helaba, se perdieron las cosechas y hubo una hambruna terrible. Y no hace tanto de eso. Pero lo olvidamos porque el ideal europeo son los fabulosos años sesenta, cuando todo parecía Jauja.
El volcán islandés nos da una lección de humildad. Ni siquiera Obama ha podido viajar a Varsovia, la naturaleza se impone, como se ha impuesto en tsunamis, terremotos e inundaciones. Las cordilleras del plegamiento alpino ya han dejado su recado en el Himalaya (China) y Los Andes (Chile). Dicen que los Alpes se están deshaciendo a ojos vista, por lo que vivir en Suiza empieza a no ser muy tranquilizador. No quiero ser apocalíptico, al revés, creo que estas cosas deben hacernos tomar conciencia de la fragilidad del ser humano y del inestable equilibrio que mantenemos con la naturaleza. Cosas como el volcán son un aviso de que si seguimos por este camino acabaremos con nuestra forma de vida.