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El fútbol y la vida

Lo que rodea al fútbol es tan volátil, que un milímetro en la dirección de un remate a puerta puede cambiar la percepción de todo. El Real Madrid estuvo toda la semana dando la sensación de ser una apisonadora, después de haberle remontado dos goles al Sevilla y haber tomado la cabeza de la liga. En la mente de los aficionados, el Barcelona aparecía cansado, herido y condenado a perder la preponderancia ganada el año anterior.
luna3.JPGLlega el Olympique de Lyon y deja al Real Madrid fuera de Europa, y dicho así parece tremendo, que es la losa que están sufriendo ahora los seguidores del equipo blanco. Ahora parece que ya ni siquiera hay fuerza para seguir delante del Barça. Pero fíjense qué caprichoso es el fútbol: cuando el Madrid ganaba 1-0, Higuaín tiró a puerta vacía, y el balón, encaprichado por el aire, por ese milímetro de giro angular de la bota del argentino o por el destino, se fue al poste. Habiendo hecho lo mismo, el gol pudo haber entrado, y ya nada sería lo mismo. Pero no entró, y de nada valen los 96 millones de Cristiano Ronaldo, porque cuando se plantean así las cosas, no ser campeones es un fracaso.
Esa es la gran tragedia del Madrid y del Barça, y el fútbol es así de caprichoso. De manera que tomemos nota con el Mundial, porque si bien España juega de lujo y es hoy la mejor del mundo, la pelotita tendrá que entrar, y ojalá entre para que al menos tengamos una alegría, porque, no lo olvidemos, antes que nada el fútbol es un juego, sólo un juego. Como la vida, y lo que le ha pasado al Madrid es una metáfora de nuestra existencia, cuando hacemos castillos en el aire y se desmoronan en segundos, porque la vida está llena de postes, de ráfagas de aire y de errores milimétricos, como el de Higuaín.

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Siempre buscando culpables

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La nevada que ha caído sobre Cataluña ha puesto una vez más sobre la mesa los modos de este país. Por una parte, los políticos de la oposición echan las culpas a quienes tienen ahora la responsabilidad de gobernar, como si una nevada masiva y por sorpresa fuese culpa de quienes gobiernan. Estos también han cumplido fielmente su papel, echando balones fuera e incluso llegando a culpar a los ciudadanos por salir de casa, que es una vieja costumbre que tiene la gente cuando tiene que ir a trabajar.
aniev.JPGEn el suroeste de Francia, es decir, a continuación de Cataluña, en La Cerdaña y el Rosellón, el temporal de nieve fue idéntico, ocupó muchos minutos en los informativos franceses con imágenes parecidas a las de nuestros telediarios, y curiosamente la oposición no culpó a nadie y los gobernantes tampoco trasladaron responsabilidades a los ciudadanos. Estoy convencido de que el día que reviente un volcán también será culpa del gobierno de turno, así es España, un país educado en la culpa y por lo tanto siempre tiene que haber un culpable hasta del frío y del calor.

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¿La vida es sueño?

alugosi.JPGSus biógrafos afirman que Johnny Weissmüller acabó creyendo que era Tarzán de los Monos y que Bela Lugosi murió convencido de que era el mismísimo Conde Drácula. Pero eso no sólo pasa con los actores pues cada persona es a la vez personaje, y a menudo interpreta a más de uno, sobre todo si tiene presencia pública. De otra manera, ya lo dijo Calderón en el monólogo de Segismundo, de La vida es sueño: «…Y en el mundo en conclusión / todos sueñan lo que son…»
Y tal vez haya que creerse el personaje, porque no un corredor de Fórmula 1, una estrella de rock o una ilustre neurocirujana tiene que creer que lo son, porque si no fuera así no serían capaces de conducir a esa velocidad, salir a cantar ante miles de personas o abrirle el cerebro a un paciente. Creerse lo que uno es -o debe ser- da confianza.
Lo que pasa es que a veces el asunto se excede, y yo entiendo que un ministro tenga que creérselo para poder asumir esa responsabilidad, pero cuando ya no lo es no se cree ministro. Por eso me pregunto los ex-presidentes de Gobierno se creen en la obligación de intervenir públicamente cuando ya no ocupan el cargo, porque siguen creyéndose presidentes, o incluso más. O lo sueñan, como en la obra de Calderón.