Víctor Hugo y los ignorantes
Dice el Diccionario que ignorantes es el «que no tiene noticia de algo», y por eso me da risa cuando alguien trata a otro de ignorante pretendiendo insultarlo. Si, como dice la Academia, ignorante es aquel que ignora algo, me temo que los seres humanos sabemos muy poco de casi todo, porque los campos del conocimiento son muchos y muy amplios; es decir, podríamos afirmar que ignorantes somos todos.
En realidad los mayores ignorantes que existen son aquello que creen saberlo todo, porque ignoran lo básico: nadie sabe todo de todo. Al final de su vida, hicieron un homenaje al gran Victor Hugo, toda una institución del siglo XIX francés, no sólo por su obra literaria, muy respetada y valorada entonces y ahora, sino por su implicación política, social y de todo tipo. Todo un personaje Victor Hugo, y en este homenaje quien pronunció el panegírico lo llamó sabio. Entonces, el gran hombre, se levantó y dijo solamente: «¿Sabio yo? ¡Dios Míos! Si daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro». Efectivamente, Victor Hugo era un sabio porque sabía lo fundamental, que podemos saber algo o incluso muchísimo de muchas cosas, pero ignoramos mil veces más de lo que una vida da para aprender.
Nelson Mandela abandonó Robben Island cargado de prestigio, pues si bien había practicado la lucha armada como última alternativa, acabó por entender -y lo que es más importante, que los demás entendieran- que la resistencia pacífica es un arma muy poderosa. Claro que, para practicarla hay que tener mucha fe, mucha paciencia, una resistencia infinita y una fortaleza de ánimo casi más allá de lo humano. Mandela tenía todo eso, forjado a base de sufrimiento, pero sobre todo tenía las ideas muy claras y un talento político sólo comparable a su tremenda humanidad. Con tanto dolor a sus espaldas, es casi imposible encontrar una foto en la que no esté