Ya sabemos que el mundo es muy grande, que existen muchas culturas y que en cada una de ellas hay costumbres curiosas. Bueno, curiosas para los demás, porque para cada cual lo suyo es lo verdadero, y se atiene a normas ancestrales o por lo menos muy dilatadas en el tiempo. Que sucedan cosas que nos parecen curiosas en Uganda, en Nueva Guinea-Papúa, en los atolones Tuamotu o en una perdida aldea de Mongolia es normal, porque llevan siglos inmersos en otro tipo de vida y costumbres; lo que más me sorprende es lo curioso que sucede en nuestro ámbito occidental.
Y los norteamericanos me sorprenden constantemente, o al menos despiertan mi curiosidad, porque son europeos trasplantados (los indios fueron casi exterminados) y en el último siglo y medio han hecho un imperio, han patentado más de la mitad de los inventos o avances científicos importantes y se supone que deben estar muy avanzados como sociedad. Pero resulta que siguen haciendo cosas tan raras como tratar de predecir el resto del invierno observando lo que hace una marmota (ahora es la marmota Phil) al salir de su madriguera al amanecer del primer martes de febrero. No me parece bien ni mal, pero sí que pienso que entraría en los esquemas de otra cultura, pero es que ocurre cada año en Pensylvania. Tal vez esa dicotomía entre lo científico y lo irracional es signo de naciones importantes, porque Japón es también un balanceo entre la tradición y los avances tecnológicos.
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