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Haití, del apocalipsis a la esperanza

Da escalofríos pensar en una situación como la que ahora se vive en Puerto Príncipe. Una ciudad fantasma, derruida, donde la muerte, el hambre y el pillaje se han adueñado de todo. Hagan abstracción de lo que es estar en una ciudad simplemente sin alumbrado. Cuando en alguna ocasión, por un temporal o una avería, se va la luz en nuestro barrio durante un par de horas y es de noche, da terror. Ir por la calle es caminar a tientas, y la única luz es la que aportan los coches que pasan. En Puerto Príncipe ni siquiera pasan coches.
zterror.JPGMe imagino el caos en el aeropuerto, en el que miles de personas quieren salir aunque sea de paquete en los aviones que llegan con una ayuda muy difícil de distribuir porque no hay gasolina, no hay carreteras, no hay nada. Los soldados van llegando y lo siguiente será la aplicación de la ley marcial, disparar a todo aquel que se encuentre saqueando, pillando, violando, porque en estas situaciones sale lo mejor y lo peor del ser humano.
Los haitianos no tienen que imaginarse cómo será el apocalipsis, ya lo están viviendo, entre el hedor de los cuerpos en descomposición y la impotencia ante lo que se les viene encima, que es todo. Aunque sea en cabeza ajena, esto debiera servirnos de lección para saber que nuestra vida tranquila y llena de cosas que no valoramos pende de un hilo. Todo puede irse al garete en un instante, y ahora mismo sólo puedo pensar en el privilegio que es estar vivo, abrir un grifo y que salga agua potable, tener una manta con la que protegerse y un sencillo plato de comida. En momentos como este hay que aprender a valorar la vida cotidiana, y pensar solidariamente en quienes sufren de esa manera tan brutal. Y el pensamiento solidario tiene que ir acompañado de los actos. Es ahora cuando tenemos que dar la talla para que un pueblo destrozado pueda ir recuperando la vida, y lo que es más importante, la esperanza.

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Productivo pero inmoral

Muchos decían -yo también- que pagar 96 millones por Cristiano Ronaldo era un disparate, y lo mantengo, porque esas cantidades de dinero son en sí misma una injusticia en un mudo desigual, comparables a los palacios de oro de los jeques del Golfo Pérsico o los salarios de las superestrellas de Hollywood. Cobrar veinte millones de dólares por hacer una película es inmoral, porque en esa misma película trabajan cientos de personas, desde el chico de los bocadillos a cualquier extra, que cobran una miseria y malviven.
zmegan.JPGCierto es que esas estrellas son las que llenan los cines, pero podrían ser un poco más equitativos. Es como cuando dicen que un piloto de aviación comercial cobra mucho porque tiene en sus manos la responsabilidad d ela vida de muchas personas. Por supuesto, pues entonces deberían cobrar lo mismo los conductores de autobuses y los maquinistas de trenes, digo yo.
El caso es que Cristiano Ronaldo seguramente amortizará esos millones a quienes los pagaron, pues ya le ha quitado la imagen de Armani a David Beckham, mientras la espectacular Megan Fox ha hecho lo propio con Victoria Beckham. Nuevas caras y cuerpos que vienen pegando fuerte y facturando millones. Pero me sigue pareciendo tan inmoral y provocativo como pasearse en Rolls-Royce por un barrio de chabolas.

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El terremoto de los pobres

El terremoto de Haití vuelve a poner sobre la mesa las desigualdades de este planeta. Es verdad que a veces las desgracias se producen en lugares pobres, como el Tsunami de hace cinco años en el Indico, y también es cierto que contra fuerzas de la naturaleza como esa o como un volcán tremendo nada puede hacerse. No es el caso de los terremotos, cuyo daño es siempre directamente proporcional a la calidad de las infraestructuras. Raro es el año en el que Japón no sufre seísmos de 7 grados, y todo queda en algunos destrozos, pero no se convierte en una catástrofe de magnitudes bíblicas.
zImage58[1].JPGEsto sucede porque la pobreza también está en las infraestructuras. Cuando el terremoto de Managua hace más de treinta años ocurrió lo mismo, pero curiosamente los edificios oficiales, los hoteles de lujo y las mansiones se mantuvieron en pie. Es terrible que sucedan estas cosas en uno de los países más pobres del mundo, nadie puede evitar que la tierra tiemble, pero sí que los daños sean tan grandes. Con esta desgracia volvemos a tener constancia de que los embates de la naturaleza enfurecida pueden amortiguarse con dinero, pues solo basta ver la forma de construcción que hay en Japón o en California, donde los seísmos son frecuentes. Si mañana la tierra temblara en Los Angeles, tengan por seguro que los muertos y el apocalipsis estarán en los barrios hispanos, y en Beverly Hills como mucho se romperán algunos cristales. Qué pena Haití, ahora más pobreza y me temo que más corrupción cuando haya que administrar las ayudas, como sucedió en Managua.