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Saramago y La Biblia

Escanear0003.jpgLa Biblia ha sido siempre fuente de inspiración para los escritores, no en vano cada uno de sus personajes o historias conforman un conglomerado de mitos que pueblan el inconsciente colectivo de la cultura occidental. A veces los relatos se valen de La Biblia para hacer anclajes y crear ficciones, otras se agarran a sus míticas figuras para trasladarlas a nuestro tiempo, y otras veces, como ha hecho Saramago, se propone la reescritura del relato, moviendo como secuencia alternativa las consideraciones del autor. Lo ha hecho en su nuevo libro, Caín, como lo hiciera hace unos años con El Evangelio según Jesucristo, libro que por cierto fue el detonante de que el novelista se fuese a vivir a Lanzarote, dejando atrás su Portugal inquisitorial que renegaba de esa novela. Con Caín Saramago recrea un episodio importante de El Génesis, pero es simplemente una disculpa para crear un sistema de pensamiento en el que hace otra lectura de los mitos del Bien y del Mal. Muchos dirán que no se entiende cómo un ateo confeso vuelve una y otra vez sobre un libro religioso; pues porque La Biblia y el Cristianismo son dos factores que están en el origen de nuestra civilización judeocristiana, y uno de sus baluartes más significativos, La Iglesia Católica, no ha cesado en dos mil años de influir en la vida de las personas, sean o no creyentes. Por lo tanto, aunque Saramago no sea creyente, La Biblia le concierne.

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Admiraciones

Cuando uno encuentra personas como Aminatou Haidar sólo puede admirarlas. Porque son de una pieza, fieles a sus convicciones y que llevan sus ideas hasta sus últimas consecuencias. Se dice que unas veces tienen éxito y otras fracasas. No es cierto, siempre queda de ellas una estela que va haciendo que las cosas cambien. Son las personas que luchan toda la vida que decía Bertol Bretcht.
zav6.JPGEn nuestra vida cotidiana también hay personas así, que siempre están donde deben estar. También son admirables aunque sea anónimas. No son admirables la mayoría de las personas que son subidas a un pedestal en nuestra sociedad. Yo admiro a las mujeres trabajadoras, a los hombres que siempre están ahí, a quienes no esperan gran cosa de la vida y sin embargo cumplen con la sociedad y con los suyos. Son los que plantan las raíces del futuro.
Hay quien tiene talento para algo, y por ello se le admira. Yo respeto a los talentosos que trabajan, pero no los admiro, porque ese talento ya veía en el frasco. No admiro a Picasso, ni a Federer ni a García Márquez. Me deslumbran sus logros y en todo caso admiro la persistencia para emplear bien el talento. Pero sobre todo admiro a gente como Aminatou Haidar, que con sólo su pequeña humanidad se enfrenta a un monstruo de muchas cabezas.

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Jurados gandules y cobardes

Hace unos días comentaba la poca imaginación y la escasa capacidad de riesgo de los jurados de los premios literarios más sonoros de nuestra lengua. Cuando hay uno que se atreve a premiar a un escritor, van todos detrás a darle otro premio, como si ya los anteriores le hubieran hecho el trabajo y así no tener el trabajo de pensar.
Y ha vuelto a ocurrir, ahora con José Emilio Pacheco, que no es que no se merezca el Cervantes como hace dos semanas el Reina Sofía, es que ya suena a coña. Pues resulta que el gran autor mexicano lleva muchos años ahí, siendo un primer espada, y nunca contaba en esta parte del Atlántico. De repente, le llueven los premios, como si alguien acabase de descubrirlo. Hombre, un poquito de orden, que hay más nombres grandes en la literatura, y si este año tocaba en América, pudiera haber sido el de Nicanor Parra, que en este caso están empeñados en no premiarlo, cuando es uno de los poetas más grandes de nuestra lengua ¡y tiene 95 años! Cada vez que deciden dárselo a un chileno, lo bordean y le cae a Rojas o a Edward.
JOSE EMILIO PACHECHO.jpgPor otra parte, hay que decir que José Emilio Pacheco es desde hace décadas un clásico en vida, hasta el punto de que muchos lo daban por muerto si no miraban la fecha de nacimiento en la solapilla de sus libros. Ya sé que querían honrar al poeta por su 70 cumpleaños, pero si tocaba premiar a México podrían haberse acordado de Carlos Monsiváis, que tiene 71 y una obra intelectual digna heredera de la de Alfonso Reyes. Además, con José Emilio Pacheco este asunto llega al paroxismo, porque de no contar para nada, en media docena de años se los han dado todos. Está claro, el año que viene le cae el Príncipe de Asturias, el único que le falta en castellano.