La aparición de la última novela de Antonio Muñoz Molina ha puesto de nuevo en el candelero un tiempo en el que el arte, la literatura y el pensamiento brillaron en España casi como nunca. Me refiero a la década de los años 30, que coincide con la II República, y en esa época es bandera la llamada Generación poética del 27. Repasando poetas me he topado una y otra vez con la ciudad de Málaga. Es verdad que el 27 se relaciona en su origen con Sevilla y su Ateneo y en su desarrollo con la Residencia de Estudiantes de Madrid. Son dos focos importantes, pero hay un tercero, Málaga, una cuidad callada que ha estado siempre en la punta de las ideas progresistas y tal vez por eso sufrió una represión franquista durante la Guerra civil (A Arias Navarro se le apodó «El Carnicero de Málaga) que muchos cifran en casi 20.000 fusilados en las tapias del cementerio de San Rafael (*).
Volviendo al 27 y aledaños, es curioso cómo la nómina de los grandes nombres de esta generación está llena de malagueños: Moreno Villa, Altolaguirre, Emilio Prados… Y tanto tiraba que hasta allí fue a morirse un castellano como Jorge Guillén. Puede incluso asimilarse a esta generación al poeta José María Hinojosa (por cierto, homónimo del famoso bandolero El Tempranillo). Son los poetas andaluces que añoraba Rafael Alberti, pues el 27 es mayoritariamente andaluz en la poesía (Con Lorca, Alberti, Cernuda, Aleixandre y los antes mencionados van bien servidos). Pero Málaga es más que un aeropuerto para turistas, es una ciudad con historia y cultura desde que los fenicios la fundaran y más tarde nos diera al poeta judío Ibn Gabirol, a Picasso y tantos nombres importantes desde Cánovas hasta Antonio Banderas. Y no podemos olvidar que fue en Málaga y por malagueños donde se fundó la revista literaria Litoral, posiblemente una de las más importantes del siglo XX en nuestra lengua.
(*) Si hemos de ser justos, también hubo asesinatos por los dos bandos. El 22 de agosto de 1936 las milicias republicanas sacaron de la cárcel de Málaga a una cuerda de presos políticos conservadores, que fueron fusilados en las tapias del cementerio. Entre ellos estaba el poeta José María Hinojosa. Otra muerte estúpida generada por el odio.
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