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Violencia gratuita

Cada vez que veo en los periódicos el nombre de Ciudad Juárez (El Paso después del puente fronterizo con Estados Unidos) tengo el impulso de pasar la página porque me horroriza tanta muerte inútil, tanto ensañamiento, tanta cerrazón. El estremecimiento que nos transmite Roberto Bolaño cuando cuenta estas historias en su novela póstuma 2666, o la perplejidad ante los relatos de Elmer Mendoza, no nos dan ninguna explicación sobre el origen de tanta violencia.
vv83.JPGPero, por desgracia, no es sólo Ciudad Juárez, donde han muerto asesinadas más de 2.000 personas en lo que va de año. Hemos visto en estos días el clima de violencia en las favelas de Río de Janeiro, lo poco que vale la vida en los barrios de Bogotá, Medellín o Los Angeles, y temblamos al ver cómo las distintas mafias son dueñas efectivas de ciudades como Nápoles. Veo a un niño colombiano en televisión que dice que muy pronto disparará en una banda, y en Nueva York estas bandas se nutren de muchachos que aún no se afeitan.
Es una locura, ya la vemos en España. Y en Canarias, donde portar armas blancas es lo normal en ciertos ambientes (incluso ya empieza a haber pistolas). Hace apenas veinte años, cuando aquí se cometía un crimen era un baldón social durante años; ahora es noticia durante unos días, porque antes era cosa muy rara y ahora sucede con demasiada frecuencia. Y si es una gran verdad que nada tiene tanta importancia como para matar, más terrible es que la gente se mate sin saber por qué. Es la inercia violenta de esta sociedad que no sabemos hacia dónde nos conduce.

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Apocalipse now (ahora el apocalipsis)

El inminente estreno de la película 2012 y su avanzadilla publicitaria activan el fuego de los apocalípticos que anuncian el final de los tiempos. Algunas religiones anunciaron el fin del mundo para determinadas fechas, que se han ido superando sin que nada pasara, y ahora la fecha clave es 2012. Siempre trataron de hacer su agosto los charlatanes y agoreros, que buscaban el miedo colectivo para sacar beneficio.
El milenarismo fue acaso la primera gran prueba, pero los números son sólo eso, números, maneras de contar convencionales por mucho esoterismo que queramos echarle. No hay razón alguna para que el 3 sea fabuloso y el 6 maléfico, pero cobran sentido si los enlazamos con lo que suelen simbolizar (Un Dios trinitario y el demonio respectivamente).
a3.JPGEs evidente que estamos castigando al planeta, y que puede haber cambios, pero estos no ocurrirán a toque de trompeta, y también es posible incidir sobre estos cambios si cambiamos nuestra forma de habitar La Tierra. San Malaquías, Nostradamus, La Gran Pirámide o el calendario maya son curiosos entretenimientos, y pueden ser interpretados como el anuncio del fin, pero son sólo eso, interpretaciones. De hecho, los papas de San Malaquías o las cuartetas de Nostradamus cobran sentido a posteriori, porque siempre hay una manera de forzar su significado.
De manera que, hay que vivir el cine como una fantasía. Puede haber grandes catástrofes en el planeta, y de hecho las hay (huracanes, terremotos, sunamis, volcanes…), pero siempre fue así, aunque la mayor catástrofe de este planeta es la voracidad del ser humano, y los agoreros forman parte de los que se aprovechan del miedo. Por eso lo provocan. El apocalipsis es ahora, ya, y no es otra cosa que la maldad interesada de algunos.

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El Nobel de Literatura

Cuando hablamos de calidad en la literatura nos internamos siempre en terrenos pantanosos, porque se trata de algo que no es mensurable, que obedece a convenciones que no son las mismas según en qué tiempo y lugar y depende mucho de los gustos personales, de la ideología y de las oportunidades que cada uno haya podido tener y aprovechar. Por ello, conceder un Premio Nobel de Literatura es complejo y casi siempre con opiniones encontradas.
El testamento de Alfred Nobel dejó instrucciones que contribuyen a la confusión, pues determina que el premio ha de concederse a quien haya producido una obra importante «de tendencia idealista», y aquí podríamos empezar a discutir, porque no es lo mismo el idealismo entendido como moderna doctrina filosófica con diversas variantes (Kant, Hegel, Popper), al idealismo platónico (lo que no lo hace opositor a la esencia de Aristóteles), o entender el idealismo en sentido cotidiano como un camino para cambiar el mundo. Y esto último tiene peligros, porque se trata de concebir un mundo incluso personal, y eso engloba a cuantas formas de ver la vida, buenas y malas, conviven en la historia del pensamiento y por ende de la literatura.
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(Soyinka, Churchill y Pamuk, tres Nobel sorpresivos)

No es lo mismo, por lo tanto, que el Cervantes, el Goncourt, el Príncipe de Asturias, el Rómulo Gallegos, el Goethe o el Pulitzer, que se limitan a premiar una obra o una trayectoria atendiendo primordialmente a su calidad (otra palabra confusa por subjetiva). El Nobel, finalmente, acaba en manos de escritores que generalmente tienen una obra sólida y reconocida previamente, y lo del idealismo acaba suponiéndosele a todas como el valor al soldado. Es como en el Premio Canarias de Literatura, que dice en sus bases que se concederá a quien con su obra enriquezca significativamente la cultura canaria. Y a veces nos preguntamos qué incidencia han tenido en la vida de Canarias poetas magníficos, leídos por minorías pero cuya obra es absolutamente desconocida por la inmensa mayoría de los canarios. Si siguiéramos estrictamente las bases del premio, un excelso poeta no responde al perfil. Y entonces los jurados miden el calado literario de una obra sea o no conocida por el público en general.
Y sucede que el testamento de Alfred Nobel es esgrimido como argumento cuando se conceden premios sorprendentes, porque siempre hay un valor idealista que premiar: en la austríaca Elfriede Jelinek la combatividad contra la hipocresía de la sociedad burguesa, en Miguel Angel Asturias su cercanía con el mundo indígena americano, en Oran Pamuk su militancia por la libertad de expresión, en Wole Soyinka su lucha por sacar a Africa de la postración, y así con todos los Nobel de Literatura que fueron sorpresivos en su momento: Darío Fó, Sir Winston Churchill, Gabriela Mistral, Solzhenitsyn…
Es evidente que el premio de este año a Herta Müller responde a ese patrón, y la Academia sueca tiene debilidad por las cuestiones políticas, raciales o religiosas, por la libertad de expresión y por los derechos humanos, lo que está muy bien, pero que personaliza en los autores que premia. Pero esos valores también están en la obra de Borges, Marguerite Yourcenar, Joyce, Scott Fitzgeral, Vargas Llosa, Graham Green, Pavesse, Galdós, Tolstoi, Zola, Válery, Chéjov, Roth, Atwood, Heny Miller y tantos otros que no fueron bendecidos con el Nobel -ni falta que les hizo-, aunque algunos aún viven y pueden llegar a conseguirlo.
Ocurre como con los Oscars en el cine, siempre tiene más pedigree un drama tremendo que una comedia, y siendo buenas las obras de Kazan o de Copolla, no son menos obras de arte magníficas comedias que hoy son clásicos y que nunca recibieron un Oscar. ¿Cuántas comedias o papeles en comedias han sido premiados? Muy pocos, y con el Nobel ocurre algo parecido pero en otro ámbito. Por ello, los grandes escritores reconocidos por todos lo tienen muy complicado, y con esto llegó a bromear el recientemente fallecido novelista norteamericano John Updike, cuando decía que era una rareza: blanco, varón, heterosexual, anglosajón y cristiano. Así es muy difícil ganar un Nobel de Literatura. Y no es sólo en Literatura donde se cumple esta tendencia. En los premios científicos, que según el mencionado testamento del inventor de la dinamita debían servir para mejorar la vida de la Humanidad, pocas veces se los dieron a científicos que descubrieron vacunas, aplicaciones de la electricidad o los secretos del ADN, inventos y descubrimientos sin los cuales no se entendería el tipo de vida actual.
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(Galdós, Borges y Tolstoi, tres gigantes ignorados por el Nobel)

Por ello, creo que la Academia sueca se está equivocando, porque bien está que un año se premie a una autora rumana en lengua alemana por su pertenencia a una minoría combativa, pero si siempre es así el premio se va desinflando, y podrían combinar las distintas maneras de hacer literatura. Esto le va dando cada año más ventaja a premios como el Príncipe de Asturias, que ya pisa los talones al Nobel, sólo en Literatura, porque en Deportes y otras disciplinas meten la pata un año tras otro. Jugar a ser enfants terribles está bien de vez en cuando, pero hacerlo siempre cansa. No se entiende que Nadal o Fernando Alonso ya lo tengan y no se les haya dado a Di Stéfano, a Federer, a Sergei Bubka o a Angel Nieto.
Estimo, además, que premios como el de este año o el de Coetzee o Pamuk son prematuros, porque tampoco su obra literaria es tan extraordinaria. Eso se entiende con autores estratosféricos como García Márquez, Albert Camus o Rudyard Kipling, pero no es el caso. De modo que el Premio Nobel de Literatura, como todos los premios, son flor de un día, porque lo que hace permanecer es la obra.
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(Este trabajo fue publicado el pasado miércoles en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)