El mar

Vivir en una isla es una manera especial de vivir. Y al decir una isla, me refiero a una isla pequeña, con limitaciones de espacio y la inmensidad del mar presidiéndolo todo. Para los efectos, Gran Bretaña, Irlanda, Cuba, Nueva Guinea o Madagascar no son islas. Son tan grandes que es como si se habitara un continente.
Nosotros vivimos en islas-islas. Que crecen con la bajamar y se apiñan cuando la pleamar nos empuja hacia adentro. Y casi nunca nos percatamos de que el mar está ahí, para bien y para mal. Salvo un porcentaje muy pequeño de la población que sí es consciente de esto, la gran mayoría de los canarios ignoramos nuestra condición marítima.
DSCN2419.JPGEl verano nos abre más hacia el mar, aunque casi siempre controlamos las mareas para concretar la hora del baño. Por alguna razón que desconozco, a la mayoría de la gente le gusta más la marea baja, seguramente porque hay más espacio y porque el océano nos enseña algunos de sus secretos, sobre todos en las grandes mareas como las que ha habido estos días.
DSCN2428.JPGEl mar se me impone como una entidad a la que hay que amar, temer y sobre todo respetar, igual que el desierto, aunque el mar es menos humano. El desierto siempre protege a quienes lo aman y lo conocen; el mar puede dar un zarpazo siempre, da igual cuanto lo ames o lo conozcas. Y está ahí, rodeando la isla, haciendo de carcelero y de autopista hacia el mundo. Pero no le perdamos el respeto, es imprevisible.

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