Colesterol sí, no, quién sabe…

Mi abuela tenía el colesterol muy alto, pero tenía unas costumbres alimenticias que cumplía aunque en ello le fuera la vida. El médico le decía:
«Señora mía, tiene usted que bajar ese colesterol, y para ello olvídese del pescado azul, que es muy dañino, deje de comer sardinas, caballas y longorones. Tiene usted que tomar pescadito blanco, lubina, gallo y cosas así. Tiene que dejar de chorrear las papas sancochadas y las rebanadas de pan con aceite de oliva, ¡es veneno de lo grasienta que es! Y ni se le ocurra comer jamón serrano, y mucho menos ese que llaman ibérico de bellota. Y deje de tomar nueces, que son pura grasa. Comiendo esas cosas terribles está usted viviendo con permiso del enterrador».
vv92.JPGPero mi abuela tenía firmes convicciones, y en asuntos alimenticios era fundamentalista: Que nadie le tocase su lata mensual de aceite de oliva de cinco litros, su paletilla de Salamanca, sus caballas asadas y sus majados de nueces diarias. Las nuevas investigaciones dietéticas determinaron que los «Omega 3» (que no sabemos qué son pero por lo visto son muy saludables) abundan justo en los alimentos que el médico prohibía a mi abuela y ella se empeñaba en consumir diariamente.
Murió la buena señora de años y vida, siempre con el colesterol alto. Si entonces, aún en contra de la voluntad del médico, tomaba justamente lo ahora resulta que es beneficioso, la pregunta que me asalta es: ¿por qué demonios le subía el colesterol a mi abuela, si tomaba preferentemente y a espuertas los alimentos que ahora dicen que lo bajan? ¿Será verdad que lo bajan o dentro de unos años nos dirán otra cosa?

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