Falta una semana para el partido Tenerife-Las Palmas y ya se agotaron las entradas. No sé cómo encajar esto, si como un disparate en plena crisis (no hay dinero para nada pero siempre aparece dinero para el fútbol), o es que se ha despertado el demonio del insularismo más radical, y se sigue prefiriendo ser tuerto con tal de que el otro esté ciego.
Es verdad que el Tenerife va lanzado hacia Primera, y se comprendería que su afición estuviese eufórica, pero es que esto no sucede cuando el equipo tinerfeño juega con otros equipos. Y con la UD Las Palmas pasa lo mismo, es como si ganar al vecino fuese más importante que salvar la categoría o ascender.
Hace años que dejé de tener simpatía por los equipos de fútbol de esta tierra, porque no me dan garantías de transparencia, y son como una nebulosa rara que sólo crea deudas que finalmente se pagan con dinero público. Por eso, cuando al hablar de la UD Las Palmas lo llaman nuestro «equipo representativo» yo me pregunto: ¿representativo de quién? A mí, desde luego, no me representa. Y el Tenerife tampoco, y lo digo para que no haya lío.
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