El ser humano tiene la mala costumbre de manchar todo lo que toca, y los Juegos Olímpicos no iban a ser una excepción.
El espíritu olímpico se supone que es noble, haciendo caso a la frase del Barón de Coubertein cuando decía que lo importante es participar. Hemos visto que no, que hay que ganar, a veces como sea, y así han infringido el código ético atletas muy celebrados, porque una medalla de oro significa mucho dinero en según qué modalidades.
En cuanto a los estados, ahí la cosa se complica más. Si hablamos de la ultilización de la Alemania nazi de los Juegos de 1936 se nos salen los colores, y hemos visto cómo fueron boicoteadas las ediciones de Moscú y Los Angeles, siempre por política. Ahora estamos asistiendo a burradas tremendas realizadas por los chinos, que han «limpiado» la capital de los Juegos de lo que ellos consideran feo. Puro racismo al que las naciones del mundo y el Comité Olímpico han cerrado los ojos. Y es que hay mucho dinero en juego.
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