Cartas

Hoy nos comunicamos por escrito más que en cualquier otra época de la historia de la Humanidad: correo electrónico, fax, chat, mensajes de móviles. La velocidad es el instante, y la respuesta inmediata. Esa capacidad nunca había estado alcance del ser humano.
cartaa.jpgSin embargo, la carta, el sistema más antiguo, que no depende de chips, satélites y energía, está cayendo en desuso, hasta tal punto, que si ahora nos fallara la tecnología mucha gente no sabría cómo se escribe una carta, el valor que tiene como memoria y los matices que hay que dominar para que una carta comunique más allá del mero significado semántico de un texto.
Todavía recuerdo cuando me dijeron que se puede escribir entre líneas. Eso es una carta, y seguramente habría que frecuentarla más, pues por algo existen desde la misma fundación de la escritura, y hay datos de servicios postales desde el Antiguo Egipto, la China milenaria y, por supuesto, el Imperio Romano.
Y es que las cartas son, además de mensajes, objetos que a menudo cobran significado emocional con el tiempo, y un buen ejemplo es el británico Ted Howard. A lo mejor, como hacen en Argentina, tendríamos que aprender de nuevo a escribir cartas, que son más lentas, pero que tienen un hálito humano mucho más entrañable que los frío e-mails, los imperfectos sms y los casi siempre emborronados telefax. Sobre todo si están escritas de puño y letra, porque recogen el pálpito de la persona que escribe, como la de la foto, escrita por Carlos Gardel.

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