Sobre los nombres

Hoy es día de San Antonio Abad, que es el que se celebra por aquí como anuncio del verano. Es este un nombre que abunda solo y acompañado, es uno de los grandes clásicos del santoral y también uno de los que más diminutivos y variaciones tiene en el lenguaje cotidiano.


Vivaldi.jpgDicen que los nombres imprimen carácter, pero creo más bien que es la percepción de los otros lo que confiere ese halo a cada nombre. Y eso lo vemos con nombres muy comunes como Antonio, Juan, Carmen o María, que son ostentados por personas de distinto carácter. Lo que ocurre es que, por influencia de la historia, la gente ve que nombres como Maximiliano, Catalina o Alejandro están rodeados de una sonoridad que se asocia al poder, a la capacidad de liderazgo o a la inteligencia. Se remacha el asunto, si encima estos nombres regios van apoyados por un adjetivo rimbombante (Magno, Grande, Justiciero, Magnánimo). De los Antonios, yo me quedo con Vivaldi para despedir la primavera.
Nadie se imagina a un Julio César tímido o a una Victoria Eugenia apocadita, y casi nunca caemos en que la historia está llena de reyes, reinas, papas y emperatrices que se llamaron Juan, Margarita, María, Luis, Pedro o Inocencio. ¿Quién se imagina a un Fito, a un Simón o a un Benito con dominio y liderazgo? Pues ahí tienen a Hitler, a Bolívar y a Mussolini. Pasa igual en el mundo de la cultura, y a nadie se le ocurre pensar que el poeta Miguel Hernández o el actor José Luis Gómez, de nombres y apellidos tan corrientes, sean menos grandes que otros nombres más sonoros como Adolfo Marsillac o María Guerrero.
En todo caso felicito a todos los Antonios y Antonias, empezando por mi padre.

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