La muerte del diseñador Yves Saint-Laurent es el final de una época de la que sólo queda en activo Valentino. La moda, que parece algo superficial, es uno de los elementos que delatan los cambios sociales, y si de eso hablamos Sain-Laurent forma parte de la gran revolución que, a todos los efectos, fueron los años sesenta.
Las grandes figuras de la moda, desde Cocó Chanel a Balenciaga, pasando por Dior o el mencionado Valentino, diseñaban alta costura, un ejemplar único que sólo podían lucir -y lucieron- Jackeline Kennedy, María Callas, Grace Kelly o La Begum Aga Khan, figuras de la aristocracia del dinero que bronceaban su piel en la Riviera francesa. Era imposible que una persona cualquiera pudiese llevar una prenda surgida de la imaginación de estos artistas del diseño.
Y fue entonces cuando llegó Yves Saint-Laurent y creó lo que entonces se llamó el prêt-à-porter, expresión francesa que ya no se usa porque es la normalidad. Es verdad que en los talleres de Armani, Gucci o Versace se hacen prendas únicas y carísimas, pero también hay líneas asequibles a la población media. Se podría decir que Saint-Laurent democratizó la moda. Y democractizar cualquier cosa siempre es bueno.
Puede que este señor haya democratizado la moda pero sigue siendo consumismo que está devorando el futuro. Todos hoy es para usar y tirar.