Americanos, multimillonarios y vendedores de imágenes, sea en películas, camisetas o mecheros. Son tres figurones cada uno por su lado. Los tres juntos son Indiana Jones, que tiene el cuerpo de Harrison Ford, el cerebro de Georges Lucas y el alma de Spielberg. Sólo hay que poner de fondo la fanfarria de John Williams.
Georges Lucas es un rey Midas desde que le declaró la guerra a las galaxias y se empeñó en ponen en manos de Spielberg al personaje que se llamaba como su perro, Indiana, pero que resultó ser un apodo de Henry Walton Jones Junior.
Spielberg es ya casi un sinónimo de director de cine. Desde sus encuentros en la III fase con los extraterrestres hasta el compromiso color púrpura de la lista de Schindler, nos ha dado el terror a plena luz de Tiburón, el dedo luminoso de E.T. o la inteligencia artificial de docenas de películas. Y siempre Indiana Jones.
Harrisond Ford está en el mito de La Guerra de las Galaxias, en este Indiana Jones que ahora regresa y en Blade Runner, nada menos. Hay grandes actores y actrices que son míticos por sí mismos: Garbo, Marlenne, Brando, Bogart… Peter O’Toole es Lawrence de Arabia, Omar Sharif el Doctor Zhivago, Vivian Leigh Escarlata O’Hara… Y otros menos brillantes que estuvieron en el sitio y el momento adecuado: Sue Lyon es Lolita, Anthony Perkins Norman Bates…
Figuras de medio pelo que estén en tantos mitos diferentes no abundan, si acaso Charlton Heston, que fue Moisés, Ben-Hur y el coronel Taylor de El planeta de los simios. Harrison Ford encima repite, es el rostro con más suerte de la historia del cine, y para remachar se ha casado con mi abogada favorita. Pues a pesar de todo, este tipo me cae bien. Y como a mí a millones. Será por eso.
Creo que has dado con la clave del personaje: el éxito de Indiana Jones es Harrison Ford, su carisma personal. Porque, seamos sinceros, Indiana Jones como personaje no es gran cosa: apenas tiene desarrollo psicológico y, básicamente, lo única que hace es correr, saltar y golpear durante toda la película. Ni siquiera tiene réplicas o diálogos especialmente ingeniosos. Y, sin embargo, nos cae bien. ¿Y por qué? Por la expresividad y, sobre todo, el toque irónico que sabe darle Harrison Ford. Otros héroes, cuando realizan una proeza, o ponen cara de chulo “aquí estoy yo”, o permanecen inexpresivos. Indiana Jones, en cambio, muchas veces pone una cara de incredulidad ante sus propias hazañas que lo acerca a la audiencia. Harrison dio con el tono adecuado para encarnar a un ser tan irreal sin que parezca un monigote, utilizando la (auto)ironía como arma.