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Sapere aude, atrévete a pensar

Creo que todos tenemos un recuerdo positivo de nuestros estudios de Historia y Filosofía en cuanto a la Ilustración se refiere. Recordamos frases que, a una edad adolescente, impactaban de tal forma que quedaban grabadas para siempre, al menos a mí me ocurría así. “El hombre es bueno por naturaleza”, “Todo conocimiento parte de un principio básico: la razón”, “Aquel conocimiento que no sea racional debe ser rechazado”. Y yo, tan inocente todavía, me lo creía todo. Lo empollaba y lo soltaba en los exámenes de una forma tan bien redactada, con los apuntes que yo misma elaboraba y con tal pasión, porque me gustaban mucho las dos asignaturas, que mis sobresalientes en ambas materias eran lo común, así como salir “ al encerado” como se decía en Asturias, a leer mis exámenes que los profesores ponían como ejemplo de excelencia.
Con el tiempo, he pensado mucho en esas clases, en lo que me hubiese gustado volver a ellas habiendo desarrollado mi pensamiento crítico. Habiendo leído más. Haber podido, no solo empollar. Haber podido dar mi opinión. Haber sido una ilustrada de verdad. Pero tan jóvenes, es casi imposible ser ilustrado. Y más, siendo una niña ‘educada y responsable’ no me hubiese sido fácil liberarme de “mi culpable incapacidad” para servirme de mi propia inteligencia sin la tutela de otro. Padres, profesores, autoridad. Y por más alto que la Ilustración, Kant y antes que él, Horacio en el s. I a. C., me gritasen ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!, era demasiado joven y puede que también perezosa y cobarde para emancipar mi libertad.

Y en estos días de elecciones, de críticas al CIS por su presunta manipulación de los resultados de las encuestas y que tanto enfadan a los ciudadanos porque les ha llevado a engaño, ¿a qué engaño? ¿Necesitan saber de verdad qué dicen los otros para tomar sus propias decisiones? Porque esto es lo que parece. Esto que tanto se aleja de lo que sí deberíamos conservar de ese pensamiento generado en el siglo XVIII, me hace gritar en silencio ¡Sapere aude! Silencio y grito que quedan en mi intimidad porque si otro precepto primordial estamos perdiendo de la Ilustración es, precisamente, la Libertad, por la que tanto lucharon los ilustrados.
“Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea” (Kant)

Aunque fueron muchos los legados que nos hizo la Ilustración, como la idea de diferencia y particularidad, la idea de una ciencia humana, la realidad es que casi trescientos años después, podemos comprobar que las mejores conquistas del pensamiento no son estables y permanentes. Al contrario, cíclicamente vuelven a ser amenazadas.

Rousseau, afirmaba que “el hombre es bueno por naturaleza”. Un siglo antes, Hobbes, habiendo tomado la frase de Plauto, nos dice que “Homo homini lupus”, “el hombre es un lobo para el hombre”. Y precisamente de hombres es de lo que quiero hablar. De un hombre en concreto. Un hombre cuya razón podía pasar por ilustrada, si adaptamos los principios de la misma a su propia interpretación. A la de Pedro Sánchez. Lo racional: mantenerse como sea en el poder. Espíritu crítico: mantiene una postura crítica ante ‘su irrealidad’. Búsqueda de la felicidad: prosperidad privada. Creencia en la bondad del hombre: tan bondadoso que puede incumplir todas sus promesas y siempre va a ser perdonado, a costa de solo unos escaños.

Nunca he hablado de un político. Tampoco de mi ideología. Ni de a qué partido voto. Y hoy tampoco voy a hacerlo. Como decía, solo voy a hablar de hombres.
Me pregunto qué pensarán sus votantes. Yo le preguntaría muchas cosas. ¿Por qué parece que lo único que hace es romper una y otra vez sus promesas, que su palabra carece de valor y que redirige su discurso hacia lo que sea que le permita mantenerse en el poder? Poder que se quiere asegurar definitivamente buscando ya su investidura sin prestar la menor atención a que esta dependa, (y luego se lo deba, porque hasta los menos preparados en el tema sabemos que en política nada es gratuito), de las abstenciones de ERC y Bildu. De Junqueras. De Otegi.

Le preguntaría si de verdad piensa que somos tan buenos por naturaleza o más bien, tan tontos por naturaleza, que nos creeremos sus falsas justificaciones para entender la negociación relámpago que le permite firmar un acuerdo en menos de cuarenta y ocho horas, cuando no pudo hacerlo en seis meses.
Ciento cuarenta millones de euros después y lo que se ha dado a llamar un próximo gobierno frankensteiniano, Sánchez podrá dormir bien. Su mejor somnífero, hacerlo en Moncloa.

“Tú, mi creador, quisieras destruirme, y lo llamarías triunfar. Recuérdalo, y dime, pues, ¿Por qué debo tener yo para con el hombre más piedad de la que él tiene para conmigo?” (Frankenstein o el moderno Prometeo, Mary Shelley, 1818)