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La libertad se aprende ejerciéndola (Clara Campoamor)

A veces pienso qué me ocurre para ver las cosas tan diferentes a como las ve la gran mayoría que navega por estas aguas. En el intento de ser mejor persona que me lleva acompañando desde hace tiempo, he dejado a un lado mi prepotencia anterior en la que me creía poseedora de la verdad, convencida de que lo que yo opinaba era lo correcto y que era así como debían ser las cosas. Y lo intento. Cada día. Pero a veces he de decir que me resulta muy difícil. Abro el periódico, pongo la televisión, entro en las redes…y saltan una y otra vez, noticias, estados, comentarios, que me hacen preguntarme qué está pasando para que no se den cuenta de que no se están haciendo las cosa bien. Y de nuevo, hago un receso, intentando comprender y sigo sin lograrlo.

Una noticia: “El espacio también es de las niñas” “…medio centenar de adolescentes de entre 13 y 14 años se bajaba de una guagua en Montaña Blanca. 50 chicas del Instituto de Guanarteme que se disponían a participar en el evento Las niñas y el sector espacial organizado por Inspiring Girls.” “Cinco «voluntarias»: Nuria Trujillo, ingeniera de Telecomunicaciones; Herenia Barrera, ingeniera de Electrónica Industrial; Andrea Peña, estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones; Cristina Pérez, directora de comunicación de Hispasat y la propia Pisonero, serían las mujeres que contarían su experiencia vital a las 50 jóvenes.” Con esta iniciativa se quiere animar a las niñas a que “con 15 años no digan que profesiones como bomberas, astronautas o científicas no son de chicas…”
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A la hoguera

Creo que lo primero que deberían de hacer es ponerse de acuerdo. Sobre todo, aquellas que dicen que solo hay un feminismo válido y que `se es’ o `no se es’. Hace unos días di mi opinión sobre las críticas a Juego de tronos, que la tachaban de ser la serie más machista de la historia y ahora leo que la opinión de las feministas, era que la consideraban la serie más representativa de “la cuarta ola feminista”. Hasta ahora. Porque han vuelto a cambiar de opinión. Y esta vez no voy a hablar con medias tintas por ese terror a que me salten al cuello como ya me ha ocurrido en alguna ocasión (no el miedo, el ataque). Y no lo voy a hacer porque no quiero ser cómplice ni atrincherarme en silencios cobardes. Ya está bien. Ya está bien de querer guionizar el mundo según las normas establecidas por algo rayano en un fanatismo intransigente. Juego de tronos es una serie. Una serie que surge de una de las mejores sagas de literatura fantástica escritas en el siglo XX. Esta moderna Inquisición, y sí, la llamo así porque han pasado ya a palabras mayores desde el momento en que quieren prohibir libros y cuentos de nuestros tres mil años de literatura porque no encajan en su `dogma’, al más puro estilo inquisidor, se sienten defraudadas y creen que se ha cometido una de las “mayores injusticias en una ficción”, porque Daenerys ha masacrado una ciudad no por violencia (lo que antes criticaban tan duramente de la serie) sino porque se insinúa que “¡está loca!”. ¿Y qué si está loca? ¿Y qué si el escritor y el guionista, a la “hija del Rey Loco” la hacen digna heredera de su locura, como se lleva insinuando desde el comienzo de la serie? ¿Una mujer, en una ficción, en la vida real o en cuento, no puede estar loca si no hay una cuota de locos también? Continuar leyendo «A la hoguera»

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Nada cambia en un instante

Para escribir este artículo he leído reflexiones tan absurdas como que “El diario de Noa”, es uno de los casos más evidentes en los que la cultura pop ha romantizado el acoso sexual. Que hay que explicarles a nuestras hijas que los príncipes de los cuentos hacen muy mal en besar a chicas dormidas, en vez de explicarles lo que es un cuento. Leer, no hoy, desde hace tiempo (no tanto como los años que hace que leí el libro), que la serie adaptada “El cuento de la criada” (hay que leer el libro, repito) es “de lo más feminista”, cuando los hombres que se muestran como los culpables del sometimiento a las mujeres, aparecen como personajes patéticos y casi inexistentes, siendo las mujeres las verdaderas villanas, olvidándose de que la artífice principal del ideario que rige la vida en Gilead , su creadora intelectual, es una mujer. Olvidándose, o no llegando a entender realmente la esencia del libro, un libro que es una crítica velada a lo rápidamente que se corrompen las ideas de sociedades que protegen a las mujeres y que acaban derivando en dogmas radicales. Dogmas que pueden venir de uno u otro lado, generando rivalidades y odios y todo, como también nos quiere advertir Atwood en palabras de Defred, sin darnos cuenta: “Nada cambia en un instante: en una bañera en la que el agua se calienta poco a poco, uno podría morir hervido sin tiempo de darse cuenta siquiera”. Continuar leyendo «Nada cambia en un instante»