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Historias de Tokio: Nezumi II

…Y seguí durmiendo. Es increíble cómo nos adaptamos a situaciones que nos parecían impensables unos días, unas horas antes. Eso sí, encendí la tele bajito, pensando, no sé por qué, que eso la disuadiría de querer volver esa noche. Y comenzó la batalla. Lo primero que se me ocurrió fue taponar toda esa cenefa de madera que rodeaba la habitación. Se supone que era hueca para que la casa «respirase» pero, llegados a ese punto, me daba igual que la casa se «asfixiase». Comencé a recopilar todos los periódicos que caían en mis manos. Los arrugaba y los encajaba a presión en el hueco entre la pared y la madera. Iba avanzando centímetro a centímetro cada día. Por las noches los oía corretear por el falso techo y de día por el interior de las paredes. Yo seguía con mis rituales: colocar el futón y los folios alrededor, las trampas de casitas con pegamento, el spray, el ultrasonido…pero ellos también. Empezaron a levantarse como un reloj. Continuar leyendo «Historias de Tokio: Nezumi II»

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Historias de Tokio: Nezumi I (Ratoncitos)

Había sido un duro día de trabajo. Llegaba cansadísima y serían casi las once de la noche cuando volví a casa. Era martes. Lo sé a ciencia cierta porque era el único día que trabajaba hasta tan tarde. Me quité los zapatos y entré en el tatami, fui hasta el teléfono y casi me desmayo cuando vi una bolsa de millos (kikos, traídos de mi último viaje a España) abierta en la mesita y todos desparramados por el suelo. Cogí el teléfono y, con la bolsa en la mano, llamé a Jin, que estaba en la universidad en medio de una entrega: ¡¿cómo has dejado todos los millos tirados por el suelo?! ¡nos van a comer las cucarachas! ¡que yo no fui! ¿no? ¿y entonces quién fue?…Y de repente toda la escena pasó como una película delante de mis ojos: bolsa cerrada con una pinza hermética, millos derramándose por un pequeño agujero de la parte posterior con huellas de dientes finitos….ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh ¡ratones! Ahhhhhhhhhhhhh….
-¡Han sido los ratones! ¡Ven! ¡por favor!
– Lo siento Guada, estoy en plena entrega no puedo irme…
– Buaaaaaaaaaaa, buaaaaaa, ¡que vengas!¡por favor!, que pueden estar en cualquier sitio, me voy a la calle, yo no voy a dormir aquí…
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