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«Un hombre soltero»

– ¿Qué puede haber mejor que estar aquí contigo?
( Los protagonistas se encuentran uno frente a otro en un sofá. Una luz de ambiente cálido. Uno lee La metamorfosis y su compañero Breakfast at Tiffany’s. Esto es un recuerdo, porque uno de ellos ya no está. Dos hombres que se amaban en los años 60. (Un hombre soltero. Tom Ford, 2009)
Esta mañana, mientras caminaba mirando los pies de las personas con las que me cruzaba, me fijé en sus manos. Fue lo primero que vi. Los brazos de cada uno colgaban de una forma especial, lánguida, rozándose apenas. La mano izquierda de uno y la mano derecha del otro. Parecía que iban de la mano, parecía que sus manos se enredaban pero solo se rozaban los dedos. Iban de la mano sin apenas tocarse. Eran las manos más unidas, más hermosamente unidas, que he visto nunca. Eran dos chicos muy jóvenes. Dos hombres que se amaban en diciembre de 2017.
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De geranios, enredaderas y Papá Noel

Hoy me hiciste recordar cuando llegó mi vecino al piso de enfrente. No había hecho la mudanza pero ya había llenado su ventana de geranios preciosos. Justo enfrente de mi cocina en la que no pongo cortinas porque me gusta que entre la luz y comenzar viendo el día , aunque sean edificios. Era un señor ( digo era porque se ha mudado y se ha llevado los geranios consigo) triste, taciturno, huraño, depresivo que, a fuerza de yo saludarle sonriente desde mi ventana con un plato en la mano y el estropajo en la otra, acabó aceptando mi amistad de ventana a ventana. Contagiada por sus geranios, decidí llenar mi balcón de geranios también. Me encantaba cuidarlos y mirarlos desde la calle me hacía muy feliz. Así que, con tanta alegría, contagiamos también a mi vecina del piso de abajo. Ésta sí que era huraña, triste y un poco antipática y se tomó nuestra alegría floral como un reto. Continuar leyendo «De geranios, enredaderas y Papá Noel»

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Postales

Ayer abrí el buzón y entre las cartas del banco, las únicas que llegan a prácticamente todas las casas, se escondía un pequeño sobre. Iba dirigido a mi hija que tiene quince años. Ilusionada, tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no abrirlo y aguantar hasta que ella llegase del colegio. Habían pasado varias horas y se me había olvidado. Fui a hacer compras y al volver, mientras le preguntaba sobre las novedades de su día, me acordé. Casi saltando me levanté corriendo y la fui a buscar. ¡Tienes una carta para ti! Me miró sorprendida y la cogió. Le dio la vuelta y vio el nombre: Isabel, ¿quién es Isabel?. ¡Mira bien! ¿No será tu compañera alemana con la que vas a hacer el intercambio? Y era de Isabel. Y era una felicitación de Navidad que llegaba desde Alemania. Se puso roja. Se le llenaban los ojos de lágrimas y una risa nerviosa se mezclaba con la emoción, verdadera emoción por recibir una carta.
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