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A la hoguera

Creo que lo primero que deberían de hacer es ponerse de acuerdo. Sobre todo, aquellas que dicen que solo hay un feminismo válido y que `se es’ o `no se es’. Hace unos días di mi opinión sobre las críticas a Juego de tronos, que la tachaban de ser la serie más machista de la historia y ahora leo que la opinión de las feministas, era que la consideraban la serie más representativa de “la cuarta ola feminista”. Hasta ahora. Porque han vuelto a cambiar de opinión. Y esta vez no voy a hablar con medias tintas por ese terror a que me salten al cuello como ya me ha ocurrido en alguna ocasión (no el miedo, el ataque). Y no lo voy a hacer porque no quiero ser cómplice ni atrincherarme en silencios cobardes. Ya está bien. Ya está bien de querer guionizar el mundo según las normas establecidas por algo rayano en un fanatismo intransigente. Juego de tronos es una serie. Una serie que surge de una de las mejores sagas de literatura fantástica escritas en el siglo XX. Esta moderna Inquisición, y sí, la llamo así porque han pasado ya a palabras mayores desde el momento en que quieren prohibir libros y cuentos de nuestros tres mil años de literatura porque no encajan en su `dogma’, al más puro estilo inquisidor, se sienten defraudadas y creen que se ha cometido una de las “mayores injusticias en una ficción”, porque Daenerys ha masacrado una ciudad no por violencia (lo que antes criticaban tan duramente de la serie) sino porque se insinúa que “¡está loca!”. ¿Y qué si está loca? ¿Y qué si el escritor y el guionista, a la “hija del Rey Loco” la hacen digna heredera de su locura, como se lleva insinuando desde el comienzo de la serie? ¿Una mujer, en una ficción, en la vida real o en cuento, no puede estar loca si no hay una cuota de locos también? Continuar leyendo «A la hoguera»

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Registro de jornada

La noticia abre los periódicos, los telediarios y las redes. Me sorprende un poco tanto revuelo, porque ya se había establecido en varias sentencias, la ampliación de la obligación de registro de la jornada de cada trabajador que establece el art. 35.5 del ET, «a efectos del cómputo de horas extraordinarias» a todos los casos con independencia de la realización de horas extra, aunque el TS en sentencias posteriores, anuló este criterio estableciendo que la necesidad de registro solo afectaba a las horas extras (STS Nº 338/2017, de 20-04-2017, Rec 116/2016 y STS Nº 246/2017, 23-03-2017, Rec 81/2016).
Ya en ese momento, cuando todas las empresas recibieron de sus respectivos asesores laborales la comunicación de esta obligación, estas, bien con lectores digitales de huella, con la ficha típica o, simplemente, con la firma del trabajador a su entrada y salida en una hoja excel, habían hecho caso a la medida o, al menos, se les suponía. Continuar leyendo «Registro de jornada»

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Historias de Tokio: Yui, esencia (Capítulo 9)

La siguiente aventura japonesa de mami (porque hubo varias) estaba a punto de llegar. Aquella noche decidí llevarla al “Sento”. En Japón las casas siempre habían sido muy pequeñas, no todas, por supuesto, hay también casas muy grandes, pero para tantos habitantes como llegaron con el crecimiento posterior, con los nuevos rascacielos siguieron conviviendo las pequeñas casas y en su gran mayoría sin baño, por lo que proliferaron los baños públicos. Había varios en cada barrio y tuve la suerte de vivir a solo unos metros de uno de los más antiguos de la ciudad de Tokio. Me encantaba. Los baños públicos cuentan con una pequeña recepción en la que pagabas aproximadamente trescientos yenes y en la que podías adquirir champú y gel si necesitabas, pero lo normal es cada uno lleve el suyo en una pequeña palangana. En la recepción, hacia la derecha, está la entrada al baño de chicas y a la izquierda el de hombres. Esta separación comenzó con la occidentalización de Japón, porque tradicionalmente eran mixtos, no había ese pudor relativo a los sexos. Una vez dentro tienes una casilla en la que poner tu ropa. Tienes que entrar desnudo completamente y coger de una fila un pequeño taburete de plástico y una palangana, y luego escoger una de las mini-duchas de las varias que hay (minis porque están a la altura de nuestras rodillas). Te duchas sentadita también en tu mini taburete y con la ayuda de tu pequeña palangana que te echas por encima llena de agua. Es divertidísimo y, una vez limpia, entras en la piscina-yacuzzi común. Única pega: agua hirviendo…pero hirviendo, hirviendo, sales escaldado como un pollo, y eso que a mí me gusta el agua muy caliente…Pero esa vez, al estar embarazada preferí no meterme aunque ellos dicen que no pasa nada…La que sí se metió fue mi madre. Los gritos los pueden imaginar. Le había explicado que en una de las esquinas había un chorro de agua fría que servía para enfriar un poquito, pero muy poquito, esa zona de agua. Yo seguía sentada en el taburete haciéndome una pequeña exfoliación de cara, cuando de repente caigo en un sonido nuevo…algo así como un chorro de agua abierto a toda presión y que llevaba ya varios minutos así. Me di la vuelta enseguida porque sobre la marcha caí en la cuenta de lo que podía ser, al mismo tiempo que oía la voz de mi madre:

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