Publicado el

Nada cambia en un instante

Para escribir este artículo he leído reflexiones tan absurdas como que “El diario de Noa”, es uno de los casos más evidentes en los que la cultura pop ha romantizado el acoso sexual. Que hay que explicarles a nuestras hijas que los príncipes de los cuentos hacen muy mal en besar a chicas dormidas, en vez de explicarles lo que es un cuento. Leer, no hoy, desde hace tiempo (no tanto como los años que hace que leí el libro), que la serie adaptada “El cuento de la criada” (hay que leer el libro, repito) es “de lo más feminista”, cuando los hombres que se muestran como los culpables del sometimiento a las mujeres, aparecen como personajes patéticos y casi inexistentes, siendo las mujeres las verdaderas villanas, olvidándose de que la artífice principal del ideario que rige la vida en Gilead , su creadora intelectual, es una mujer. Olvidándose, o no llegando a entender realmente la esencia del libro, un libro que es una crítica velada a lo rápidamente que se corrompen las ideas de sociedades que protegen a las mujeres y que acaban derivando en dogmas radicales. Dogmas que pueden venir de uno u otro lado, generando rivalidades y odios y todo, como también nos quiere advertir Atwood en palabras de Defred, sin darnos cuenta: “Nada cambia en un instante: en una bañera en la que el agua se calienta poco a poco, uno podría morir hervido sin tiempo de darse cuenta siquiera”. Continuar leyendo «Nada cambia en un instante»

Publicado el

Historias de Tokio: Yui, esencia (Capítulo 8)

Y llegó a a casa. Venía cargadísima con una maceta que era algo así como un árbol con casetita para un pájaro de madera incluida y llena de plantas. Colgando de una mano, bolsas llenas de libros y en la otra algo más que no recuerdo. Parecía un árbol de navidad iluminado sólo con su sonrisa.
-¡Mami! Que aquí no se puede gritar así en la calle, que todos los vecinos deben estar asustados diciendo “extranjeros tenían que ser”.
Ni me escuchaba. Hablaba sin parar, tan rápido que llegué a creer por un momento que me estaba hablando en japonés. Me contó que había conocido a un montón de gente. Que las plantas me las traía de una floristería en la que me conocían; “Pero mami, qué dices, a mí no me conocen en ninguna floristería”. “Que sí Guada, que les expliqué que trabajabas en la radio , que eras Guada-san y ellas me dijeron claramente que te conocían”.

Continuar leyendo «Historias de Tokio: Yui, esencia (Capítulo 8)»