Y lo intentó. Desesperadamente. Buscó por tierra, mar y aire a alguien que me pudiese sustituir y le fue imposible. Casi me hizo firmar una declaración jurada por la que me comprometía a asistir a las grabaciones aunque estuviese de parto.
Así que ahora que lo pienso con la perspectiva del tiempo, la comunicación a terceros (incluído Jin) de mi embarazo se parecía más a un anuncio de nuevos recortes en tiempo de crisis que a una «buena nueva». Jin tardó quince días en asimilarlo. Al decimoquinto día, cuando Yui medía 12 mm, decidió llamarla «mis doce milímetros» y aceptar que venía en camino.Mi padre seguía llamando cada dos por tres. Se hizo experto en «embarazos y partos en Japón». Un día me comunicaba que no había anestesia epidural a lo que yo le contestaba: » ¡Papi! Por favor, que estamos en Japón , no en el Tercer Mundo. ¡Claro que hay epidural!» Otro día me llamaba y me decía que si no sabía que en Japón no se consideraba el parto como una enfermedad, por lo cual los gastos había que pagarlos y no los cubría la Seguridad Social. A lo que yo contestaba: «¡Papi! Por favor, ¿de dónde sacas esas informaciones? ¡Claro que lo cubre la Seguridad Social! Que para eso pago el Seguro todos los meses». Y así como mi padre iba aprendiendo más y más sobre el sistema sanitario japonés, yo me iba haciendo más y más experta en meterle bolas al respecto. Tenía toda la razón: no ponían anestesia epidural, solo en algunas clínicas privadas y si eras extranjera lo podías solicitar pagando una burrada, y al no considerarse una enfermedad había que pagar la totalidad del coste que ascendía a unos 350.000 yenes, casi medio millón de pesetas.
Finalmente mi padre se rindió a la evidencia de que su nieto o nieta iba a nacer en Japón y que él iba a estar en el parto, si no dentro, por ahí cerquita. Así que mi preocupación pasó de ser la falta de epidural o el coste tan elevado del parto a cómo iba a disimular delante de mi padre el dolor para que creyese que me habían puesto la epidural.
Continuará…
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.