Un recuerdo de mi adolescencia cuando venía de vacaciones a casa de mis abuelos, la que fue mi casa de infancia, siempre ha sido la arena. La arena de Las Canteras. La arena de Maspalomas. Tengo una imagen, casi onírica, si cierro los ojos…el calor, mi mano siguiendo los dibujos de las dunas. Mi dedo índice clavándose en la arena, suavemente…me encantaba ver cómo la duna se deshacía…no, cómo se deslizaba, cada grano, despacio. Podía pasar horas así.
Hoy he visto una película, La mujer de la arena o La mujer de las dunas, título original y de no fácil traducción, ¿arena? ¿dunas? Suna no Onna, 1964. El título, ya habiendo confirmado mi pasión por la arena y las dunas, me envolvió desde el primer segundo en que unos kanjis trazados con tinta y pincel y que pude reconocer (con gran ilusión de seguir recordando algunos) me daban el título; la presentación de los créditos entre huellas dactilares y hankos, haciendo referencia a lo que somos en occidente, una huella dactilar y en Japón , donde la huella dactilar se convierte en hanko (sello personal); a la alienación colectiva del japonés medio de postguerra, propiciada por una sociedad inmersa en una recuperación económica que se consolida ese mismo año, en 1964, año de los Juegos Olímpicos de Tokio y de la inauguración del shinkansen. Un director, Hiroshi Teshigahara. Un escritor y guionista, Kobo Abe. Y un arquitecto y diseñador, Kiyoshi Awazu, miembro de uno de los movimientos arquitectónicos más importante de Japón, el metabolismo. Y la arena…
Podría hacer una pequeña sinopsis, pero creo que no hay nada más emocionante, que enfrentarse a una película sin saber qué te vas a encontrar. Podría decir que el mito de Sísifo está muy presente. Dudas filosóficas existenciales sin respuesta o, mejor, con las respuestas que cada uno les quiera dar. Que la película está envuelta en una exquisita sensualidad contenida (otra vez, la sensualidad que cada uno le quiera dar). Y podría decir, también, que la arena es como la lluvia. Que la arena forma parte de la piel de los personajes. Que la arena es la verdadera protagonista. Que nunca había visto una arena tan despiadada y a la vez tan hermosa.
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