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La calle también es nuestra

 

 

 

Se acerca el 8 de Marzo y de nuevo las manifestaciones para celebrar el día internacional de lucha por los derechos de las mujeres se vuelven a situar en el centro del debate. Hay quienes, en su concurso particular de disparates, siguen considerando a las mujeres que salimos a la calle el año pasado como super contagiadoras de la covid 19

 

Esas mismas personas, algunas de ellas mujeres que están en esos cargos gracias a las luchas y conquistas del movimiento feminista, no se cortan en manifestarse por sus causas porque consideran que este país, lo que ellos y ellas hacen, tiene patente de corso. Es decir: la calle, el país y si pudieran, el gobierno, les pertenece.

 

Pues bien, la calle también es nuestra si queremos y si nos da la gana utilizarla. Otra cosa es cómo lo hagamos este año.

 

Ante la pandemia del coronavirus que estamos viviendo hay posturas de todo tipo: Hay  quienes viven esta situación con susto o angustia, otras con mucho cuidado y también conozco a mucha gente que se niega a encerrarse en casa saliendo a todas horas. Es cierto que entre unas y otras existen términos medios.

 

Creo que este 8 de Marzo, más que nunca requiere de la creatividad y de la capacidad rompedora del movimiento feminista para reivindicar este día,  porque sencillamente creo que tenemos poco que celebrar. Estamos ante una peligrosa deriva de totalitarismo que quiere acabar con los derechos  conquistados por las mujeres. Estas conquistas se han producido a base de mucho esfuerzo y sin embargo está muy lejos todavía ese cincuenta por ciento que nos corresponde a las mujeres.

 

Esta situación nos coge además inmersas en una batalla política en el seno del movimiento. Esperábamos un cambio de gobierno que permitiera avances en la igualdad de oportunidades y ahí estamos inmersas en debates dolorosos que la derecha celebra con sonrisas de oreja a oreja.

 

Yo abogo por que rompamos el debate de manifestación si o no. Es más, la evitaría siguiendo las recomendaciones del Ministerio de Sanidad. También para no seguir dándoles  que hablar en los telediarios.  Y pasaría a tomar los balcones, vestirnos de lila, llevar sombreros como los que hace mi amiga Concha, pañuelos. En fin, que mostraría la necesidad de seguir reivindicando la igualdad de otra manera. Esa va a ser mi propuesta y es como yo voy a reivindicar el 8 de Marzo.

Porque en estos tiempos resuenan las palabras de Simone de Beauvoir: bastará que llegue una crisis económica o religiosa para que los derechos de las mujeres se pongan en entredicho.

 

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Atacar al feminismo, atacar la igualdad

 

La verdad es que no pensaba entrar en la insensatez en la que está instalada la derecha en esta pandemia, fundamentalmente después de no haber aceptado el resultado de las elecciones generales.

Es normal que no les guste perder, a mi tampoco, ni siquiera cuando juego al parchís. Pero una cosa es no saber perder y otra bien distinta instalarse en el acoso y derribo permanente al gobierno democrático elegido en el Parlamento. Esto cobra además mayor relevancia durante esta pandemia mundial que ha paralizado el país y que requeriría un mayor patriotismo.

El movimiento feminista había decidido no entrar al trapo en esta conspiración de las derechas para culpar a la manifestación del 8 de marzo como la polinizadora de la Covid-18. Parece que las feministas fuimos con nuestras banderas, pañuelos lilas y gritos sembrando el coronavirus por doquier porque, como también somos brujas, sabíamos de antemano  lo que se iba a producir. Además todas fuimos engañadas, como nenas pequeñas a la mani, eso si,  también las mujeres de los partidos de la derecha.

Fui como otros años a la manifestación. Para mí es un ritual que reproduzco esté dónde esté. Y lo hice con la información que tenía en esos momentos, es decir, las manos lavadas que era la advertencia más conocida. Con la misma libertad que otras decidieron no acudir. Si hubiese sabido que con mi asistencia polinizaba la Covid, como todas las que fuimos, pues seguramente hubiésemos buscado otras formas de manifestarnos, porque creatividad hemos demostrado con creces,  nos sobra. Pero como bien dice el ministro Illa: la quiniela del lunes es muy fácil acertarla, incluso las que no jugamos.

Es para reírse a mandíbula batiente si el asunto no fuera tan serio, sino fuera porque detrás de esta campaña contra el feminismo hay una embestida contra la democracia, contra la igualdad de oportunidades.

Los acontecimientos que en estos momentos sacuden los EEUU ponen de manifiesto esa deriva fascista.  Unos pocos poderosos contra las grandes mayorías de gente vulnerable; la supremacía blanca que desprecia a la raza negra, de la que espera sigan sirviendo como esclavos; de la provocación de las grandes fortunas que no les importa poner en riesgo a los esenciales para conseguir sus caprichitos; de quienes desprecian al extranjero, mientras los manda a trabajar al campo; de quienes cuestionan el ingreso mínimo vital pero miran para otro lado ante los paraísos fiscales, las sicav, los fondos buitres, las puertas giratorias; de quienes tan ocupados por las manis del 8 de marzo, les importa poco la situación de la mayoría de este país y dedican el tiempo pagado por la ciudadanía al insulto, la mentira y no a resolver los problemas.

Lo que está claro es que el feminismo no va a dar un paso atrás por muchos informes que se apañen, por muchas conspiraciones orquestadas. Terminar con las desigualdades, conseguir la mitad de todo lo que nos corresponde,  será  lo que nos mueva y lo haremos con las formas que consideremos más convenientes. Pueden seguir ladrando pero no vamos a entrar en la confrontación. Lo haremos con la responsabilidad que siempre han dirigido nuestros actos porque la igualdad es un derecho irrenunciable aquí, en EEUU, en la República Democrática del Congo, en India, en Argentina…

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Yo también me sumo a la Huelga Feminista

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Mañana, también me sumaré a la Huelga General que propone el movimiento feminista. Huelga que supone también no consumir, cuidar lo imprescindible. Y sobre todo, salir, salir a la calle para manifestar la necesidad que tenemos las mujeres de seguir reclamando unos derechos que, legalmente están reconocidos, pero que a todas luces distan mucho de ser reales.

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