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Codazos, Namasté o lenguaje de signos

 

 

 

Hace un rato leía que la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomendaba no saludarse con la original fórmula introducida por los mandatarios durante esta pandemia de «dar codazos». He celebrado esa recomendación porque desde un principio me pareció chocante ponernos en comunicación de esa manera. A ello se sumaba también la introducción de lo que me parece una afirmación desacertada:  «la distancia social» y no «distancia física» para evitar los contagios del coronavirus.

 

En algún momento, cuando me negaba a utilizar este saludo, sentía la incomodidad de quien tomaba la iniciativa. Siempre respondía, ya parezco un disco rayado, que en mi vida me enseñaron la importancia de «no dar codazos». Por eso me parecía ir en contra de mis principios entrar en esta dinámica.

 

Sin embargo, considero muy significativo el saludo de las culturas orientales:  una pequeña inclinación con las manos en el pecho, saludando desde el corazón. Durante mi viaje a India ese gesto, unido al Namasté nos vinculaba al lenguaje universal que es el corazón.

 

Namasté, es un saludo de origen sanscrito, originario del norte de la India, que significa: me inclino hacia ti. No es necesario decir nada, con ese gesto y la colocación de las manos se produce un saludo que va de corazón a corazón. Creo además que en estos momentos en los que el miedo, la incertidumbre y la preocupación son emociones a flor de piel este saludo, que además respeta la distancia física, nos posiciona de manera mucho más cercana que «los codazos»

 

Tampoco viene mal, en esa necesidad de buscar nuevas maneras de saludarnos, el lenguaje de signos que se ha ido introduciendo en nuestra vida como una forma de inclusión de las personas que tienen diferentes capacidades y que con el uso de las mascarillas dificulta la comunicación.

 

Por eso considero que esta nueva normalidad anormal que empezamos a vivir debe ir incorporando «saludos con sentido». De la misma manera que el lenguaje no es neutro, es inclusivo o no lo es, hay un lenguaje corporal que va configurando nuestra forma de relacionarnos.

 

Así es que yo apuesto por el Namasté, el lenguaje de signo o cualquier genialidad que se nos pueda ocurrir y que nos represente mejor como seres humanos sociales, empáticos, amantes del sol, la calle y la vida.

 

 

Y hoy que celebramos el nacimiento de un poeta que hizo de la creatividad y el compromiso su bandera, como fue Benedetti, creo que es más necesario que nunca buscar tácticas y estrategias que nos ayuden a comunicarnos más y mejor.

 

 

 

Táctica y estrategia

Mi táctica es
Mirarte
Aprender como sos
Quererte como sos

Mi táctica es
Hablarte
Y escucharte
Construir con palabras
Un puente indestructible

Mi táctica es
Quedarme en tu recuerdo
No sé cómo ni sé
Con qué pretexto
Pero quedarme en vos

Mi táctica es
Ser franco
Y saber que sos franca
Y que no nos vendamos
Simulacros
Para que entre los dos
No haya telón
Ni abismos

Mi estrategia es
En cambio
Más profunda y más
Simple
Mi estrategia es
Que un día cualquiera
No sé cómo ni sé
Con qué pretexto
Por fin me necesites

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La pobreza de los pobres

 

 

Hace unas semanas los medios de comunicación, sobre todo los de la derecha, convertían la denuncia de un trabajador de Podemos en un asunto de estado.  Curiosamente salió en medio de la polvajera que levantaban los asuntos del Rey Emérito publicadas en la prensa extranjera.  Mientras salía de España con destino a Arabia Saudita, país referente dónde los haya de democracia, derechos humanos e igualdad, nos ocupábamos de Podemos.

 

También hace unos días, los inmigrantes se han convertido en el centro informativo. Pateras que siguen llegando a nuestro país, más concretamente a nuestras islas, generando confrontación y mostrando que, a pesar de estar en un continente dícese que civilizado, no estamos preparados para afrontar las contradicciones del mundo globalizado.

 

Mientras quienes llegan en pateras concitan las filias y las fobias de mucha gente, nos llega otra gran noticia de calado: probablemente, en quince días, tiempo en el que con un poco de suerte consigues una cita con tu médico de cabecera o Hacienda, se producirá  la fusión de Bankia y La Caixa. A eso le llamo yo eficacia de la empresa privada. La entidad rescatada con el dinero de la ciudadanía, que por cierto no ha devuelto y que muchos creíamos se iba a convertir en la banca pública, cae seducida por el Sr Fainé con el aplauso del exministro de Guindos. Ya estábamos preparándonos para las fusiones porque el otro banco catalán, el Sabadell estaba en ello.

 

Creo que tenemos motivos más que suficientes para mosquearnos cada vez que veamos aparecer estas maniobras de distracción, perfectamente orquestadas, que generalmente ponen el foco en las personas más desfavorecidas o las  políticas destinadas a mejorar sus condiciones de vida. Y curiosamente, quienes mejor ejecutan esta estrategia y entran al trapo, son también las capas más populares rendidas a los intereses de los poderosos.

 

Pocas cosas me resultan tan difíciles de entender como la crítica que hace la gente desfavorecida de quienes también lo son; me duele escuchar los comentarios despectivos que hacen de los inmigrantes quienes en su día tuvieron que coger la maleta, como diría Pedro Lezcano, para buscarse la vida fuera y están viendo cómo su descendencia, con doctorados y másteres forman parte del servicio en  Noruega o Alemania.

 

Pero claro, mientras estamos entreteniéndonos con estos temas, criticando sin proponer, sembrando el odio sin construir; otros seguramente estarán preparando los grandes proyectos para los fondos de reconstrucción europeos.  Crearan sus estrategias eficaces, rápidas, coordinadas, en silencio, mientras echamos la culpa de nuestros males a una pobre gente que no tiene ni maleta como equipaje, sino un cayuco que en su gran mayoría está en manos de los traficantes de personas. ¿Tan difícil es entender que  busquen la tierra prometida que les hemos vendido y hemos construido con sus materias primas?

 

Desde mi primer viaje a África no me canso de repetir que ojalá no nos pasen factura de lo que hemos hecho con ese continente joven, rico y explotado. Ojalá no lo tengan en cuenta y en este país seamos capaces de construir una sociedad más inclusiva, intercultural y tolerante. Trabajo no nos falta para conseguirlo, ojalá con la eficacia de la empresa privada.

 

POEMA «LA MALETA» de Pedro Lezcano

 

Ya tengo la maleta,
una maleta grande, de madera:
la que mi abuelo se llevó a La Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa
casi nueva.
La tengo ya cerrada y rodeándola
un hilo de pitera.
Ha servido de todo. Como banco
de viajar en cubierta,
y como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.
Yo no sé dónde voy a echar raíces.
Ya las eché en la aldea.
Dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de la vieja…
– La hostelería es buena, me dijeron.
Y cogí la bandeja.-
Si señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa…
Yo por vivir entre los míos hago
lo que sea.
Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza…
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quién los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco,
¡y lo que se vendía era mi tierra!
Pero no importa, me quedé plantado.
Aquí nací, de aquí nadie me echa.
(Hasta que el otro día lo he sabido,
y he hecho de nuevo la maleta.)
He sabido que prontovan a venir de afuera
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias…
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte, y nuestra muerte,
indefectiblemente se proyectan.
Yo por mi partecojo la maleta.
La maleta que el viejo
se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas,
¡Qué valientes barquillas atuneras!
Tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan.
Vayan a donde vayan siempre avanzan.
¿Quién dijo popa? ¡Avante a toda vela!
Y yo…voy a marcharme, reculando.
Voy a dejar que crezca
sobre esta tierra mía
toda la mala hierba.
Voy a volver la espalda al forastero
que vendrá con sus máquinas de guerra
para ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias…
Pensándolo mejor, voy a sacarde la vieja maleta
el libro, la escudilla, la camisa,
la batea,voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva.
Y con ella vacíame acercaré a la Isleta,
y al primer forastero de la muerte
que llegue a pisar tierra
se la regalo, para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva.
¡No quiero más maletas en la historia de la insular miseria!
Ellos, ellos,que cojan ellos la maleta.
Los invasores de la paz canaria
que cojan la maleta.
Los que venden la tierra que no es suya
que cojan la maleta.
Los que ponen la muerte en el futuro
que cojan la maleta¡
Que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta!
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Carta a Mariquita del Pino

 

Hace años, muchos ya, en el Canarias7, cuando hacíamos el suplemento especial de las Fiestas del Pino, solía empezarlo con una carta dirigida a Mariquita del Pino. Era la manera que tenía de unirme al sentir generalizado del pueblo grancanario en el momento de la gran fiesta insular.

 

En esta edición nada es igual, ni parecido a lo que se suele movilizar en septiembre en Teror, como tampoco lo es en mi ciudad de acogida, Villena que celebra también la misma fiesta en honor a la Virtudicas.

 

Así es que en este año del coronavirus quiero volver a decirte:

 

Queridísima Mariquita del Pino

Espero que al recibo de ésta carta estés bien. Me pregunto cómo estarás viviendo desde el cielo esta particular pandemia. Imagino que con el buzón abierto y el corazón atento para atender tantas solicitudes como te estarán llegando. Este año más que nunca pidiendo  protección y ayuda para hacer frente a este virus que ha venido a visitarnos y no tiene ninguna intención de irse.

En esta edición no tenemos que preocuparnos por si hace mucho calor para celebrar la romería o quién ostenta la representación del Rey en la función religiosa. La realidad se impone y la mejor ofrenda que podemos ofrecerte es  hacer frente con humildad y sin chulería a esta situación que nos está afectando en todos los frentes: sanitario, económico, social, emocional y lúdico.

Cada año, como bien sabes, tal día como hoy se subía la bandera en medio del repique de campanas, mientras estallaban los voladores y los gigantes y cabezudos bailaban al son de la charanga de Teror. Hoy nos queda colocar las siete estrellas verdes en los corazones, escuchar en lontananza las campanas desde las radios y las redes sociales e intentar no hacer el papagüevos en nuestra vida, respetando las directrices que nos van llegando de las autoridades competentes, aunque a veces no se compartan.  Ya sabes que cuando pasan acontecimientos de esta categoría aparece gente experta en todas las materias. Forman parte de quienes se han graduado en la universidad de la soberbia y quieren ampliar su curriculum a base de pronunciamientos y análisis de todo tipo.

Debes estar preocupada por todos estos vaivenes, esa dificultad para afrontar la situación y que se produzcan los resultados esperados; esa incertidumbre que genera malestar, esa sensación de no saber hacia dónde vamos, ese miedo de si nos va a tocar, esa preocupación del reguero de sufrimiento que producirá esta pandemia.

Ya en otras ocasiones hemos hablado de la importancia que tienen los servicios públicos cuando se producían los recortes. Y claro, cuando recortamos en lo que es de toda la ciudadanía y viene el tío Paco con las rebajas, lo pagamos muy caro. Ahora son más necesarios que nunca y debemos cuidarlos y protegerlos.  Y eso solamente se mide en presupuestos.

En fin, que pocas veces es tan necesario como este año que se cumpla esa jaculatoria que oía repetir a mi abuela y después a mi madre cuando llegaba el final de las fiestas e íbamos a despedirte antes de la subida al camerino: Madrita mía del Pino, danos salud y suerte para que el año que viene podamos volver a verte. A lo que yo añadiría y celebrarte. Porque este año, el Pino debe tener otro tipo de celebración. La creatividad es una de las riquezas de este país. Pondremos música en los altavoces, en las redes sociales, comeremos un bocadillo de chorizo con el clipper de fresa en la azotea de casa, unas truchas de Benítez para celebrar que sigue la tradición, sacaremos el timple en grupos pequeños, usaremos las mascarillas porque por lo pronto, junto a lavarnos las manos y mantener la distancia física, que no social, son las únicas cosas que sabemos son eficaces. Cuando sepamos algo más lo iremos haciendo.

Así es que Mariquita del Pino, seguro que tu no te haces mayor problema por este cambio de sentido de la fiesta, porque lo que de verdad te importa es que la gente sea feliz.  Y para eso tendremos que prepararnos porque el otoño se presenta necesitado de generosidad de corazón, cabeza fría, organización y creatividad.

Lo dicho, danos salud y suerte para que el año que viene podamos volver a verte y celebra tu fiesta. Un beso virtual.

PD. Ayúdanos también a acabar con este terrorismo machista que no cesa.