La pobreza de los pobres
Hace unas semanas los medios de comunicación, sobre todo los de la derecha, convertían la denuncia de un trabajador de Podemos en un asunto de estado. Curiosamente salió en medio de la polvajera que levantaban los asuntos del Rey Emérito publicadas en la prensa extranjera. Mientras salía de España con destino a Arabia Saudita, país referente dónde los haya de democracia, derechos humanos e igualdad, nos ocupábamos de Podemos.
También hace unos días, los inmigrantes se han convertido en el centro informativo. Pateras que siguen llegando a nuestro país, más concretamente a nuestras islas, generando confrontación y mostrando que, a pesar de estar en un continente dícese que civilizado, no estamos preparados para afrontar las contradicciones del mundo globalizado.
Mientras quienes llegan en pateras concitan las filias y las fobias de mucha gente, nos llega otra gran noticia de calado: probablemente, en quince días, tiempo en el que con un poco de suerte consigues una cita con tu médico de cabecera o Hacienda, se producirá la fusión de Bankia y La Caixa. A eso le llamo yo eficacia de la empresa privada. La entidad rescatada con el dinero de la ciudadanía, que por cierto no ha devuelto y que muchos creíamos se iba a convertir en la banca pública, cae seducida por el Sr Fainé con el aplauso del exministro de Guindos. Ya estábamos preparándonos para las fusiones porque el otro banco catalán, el Sabadell estaba en ello.
Creo que tenemos motivos más que suficientes para mosquearnos cada vez que veamos aparecer estas maniobras de distracción, perfectamente orquestadas, que generalmente ponen el foco en las personas más desfavorecidas o las políticas destinadas a mejorar sus condiciones de vida. Y curiosamente, quienes mejor ejecutan esta estrategia y entran al trapo, son también las capas más populares rendidas a los intereses de los poderosos.
Pocas cosas me resultan tan difíciles de entender como la crítica que hace la gente desfavorecida de quienes también lo son; me duele escuchar los comentarios despectivos que hacen de los inmigrantes quienes en su día tuvieron que coger la maleta, como diría Pedro Lezcano, para buscarse la vida fuera y están viendo cómo su descendencia, con doctorados y másteres forman parte del servicio en Noruega o Alemania.
Pero claro, mientras estamos entreteniéndonos con estos temas, criticando sin proponer, sembrando el odio sin construir; otros seguramente estarán preparando los grandes proyectos para los fondos de reconstrucción europeos. Crearan sus estrategias eficaces, rápidas, coordinadas, en silencio, mientras echamos la culpa de nuestros males a una pobre gente que no tiene ni maleta como equipaje, sino un cayuco que en su gran mayoría está en manos de los traficantes de personas. ¿Tan difícil es entender que busquen la tierra prometida que les hemos vendido y hemos construido con sus materias primas?
Desde mi primer viaje a África no me canso de repetir que ojalá no nos pasen factura de lo que hemos hecho con ese continente joven, rico y explotado. Ojalá no lo tengan en cuenta y en este país seamos capaces de construir una sociedad más inclusiva, intercultural y tolerante. Trabajo no nos falta para conseguirlo, ojalá con la eficacia de la empresa privada.
POEMA «LA MALETA» de Pedro Lezcano