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Algo más que el XXI Encuentro Intercultural de Mujeres en el Cerezo

 

Que esta pandemia está trastocando nuestros planes es una evidencia; que la nueva normalidad no es nada normal, también; que planificamos actividades teniendo en cuenta la opción A y B, un hábito; y que nos hemos acostumbrado a «esperar hasta el último momento», una evidencia.

 

En la Asociación El Cerezo no íbamos a ser diferentes. Hemos empezado nuestras actividades en un ¡Ay! permanente.  Eso si, siguiendo las instrucciones sanitarias, al tiempo que nos encomendamos a todas las divinidades presentes en las diferentes constelaciones.

 

Una de esas actividades aplazadas durante la pasada primavera es el XXI Encuentro Intercultural de Mujeres que ininterrumpidamente se ha venido celebrando en el Cerezo durante los últimos 21 años. Ahora vuelve a tener fecha. Será el próximo fin de semana,  25, 26 y 27. Es una actividad que ha visto cómo se ha ido desarrollando el proyecto de Economía Social y Solidaria que promovemos desde la Asociación El Cerezo.

 

El primero lo hicimos sentadas en el suelo, encima de una moqueta, en el primer piso de la casa medio en ruinas. Después pasamos por todas las estancias posibles, incluso una carpa en medio de los pinos o en un salón decorado con papeles para tapar la obra en la que estábamos metidas. Estos eran los cambios físicos experimentados durante estos veinte años y que  respondían al desarrollo del proyecto en su conjunto.

 

Primero, los talleres pre-laborales que precedieron los trámites que nos llevaron a conseguir, tras largos años de lucha, el Centro de Día de Inserción de Menores de la ahora Consejería de Políticas Inclusivas.

 

En el mes de Abril ha vuelto a ser concertado después de once años de pelea; también constituimos la Asociación Valenciana de Empresas de Inserción (AVEI) que se creó para conseguir la «legalidad» a las empresas de inserción de nuestra Comunidad y en el Estado. Desde las dos presidencias conseguimos la Ley 44/2007 que regula las empresas de inserción a nivel  Estatal, la Autonómica. Posteriormente las órdenes de ayuda, la inclusión de las EI como parte de la Economía Social, la ley 31/2015 que declaraba a estas empresas como Prestadoras de Servicios de Interés Económico General y el cambio de la Ley de contratación pública al tiempo que calificábamos nuestra empresa de inserción Insertadix del Mediterráneo.

 

Paralelamente éramos la única entidad en la provincia de Alicante en participar en la construcción de  Fiare Banca Ética, porque de la misma manera que el lenguaje no es neutro, el dinero tampoco.

 

A todo ello se iban incorporando servicios de intermediación laboral como el Programa Incorpora, el Centro de formación. Y al frente de todo ello siempre hemos tenido a mujeres. Mujeres jóvenes, más mayores, de nuestra cultura, de otras culturas. Hemos querido conciliar, apostar por la igualdad y luchar por ella.  Y no ha sido fácil porque una cosa es hablar de proyectos, incluso diseñarlos y otra bien distinta estar en la ejecución del día a día, estar confrontadas también a la burocratización paralizante de la administración pública, con la que nos hemos tenido que enfrentar en sendos juicios, hasta ahora ganados.

 

Para mí ese encuentro es un chute de energía, un espacio en el que nutrirnos y encuadrar el trabajo de todos los días. Era lo que también me animaba cuando, en las Juntas directivas de las organizaciones en las que participaba, sentía la soledad en medio de la representación mayoritariamente masculina.

 

Por eso, y salvo que nos encierren, el próximo finde unas pocas mujeres, las que nos permite el estado actual de la pandemia, nos encontraremos físicamente y lo transmitiremos también a  través de las plataformas y redes sociales. Porque el encuentro es verse, mirarse, comprobar que no mejoramos en las letras de las canciones que canta Marinete, y que las sesiones de reflexión y análisis son perfectamente compatibles con los movimientos de caderas que Fatou sigue empeñada en enseñarnos; que querer acabar con la mutilación genital femenina y la prostitución son dos tareas permanentes en el movimiento feminista ahora más que nunca. Y eso lo seguiremos compartiendo de todas formas con las históricas del encuentro: Rosa Cobo, Luisa Posada, Carmen Castro, Lorena Pajares, Sara Vicente, Remei Sipi, Cate Hernández, Amparo, Mariam, Cristina, Anas, Susana,  Lola, Gloria, Xaro, Lydia, Yolanda,  y una larga lista…

 

El año pasado nos desbordó la participación, este año seremos muchas menos. ¡Pero qué quieren que les diga! Seguiremos insistiendo en vernos, aunque sean en pequeños grupos, porque sinceramente estoy cansada de tanta plataforma on line, tanta sesión virtual y tan pocas cervezas compartidas.

 

 Y todo ello soy consciente de que supone un esfuerzo. Primero porque el miedo va haciendo su mella y también porque vamos acostumbrándonos a este ritmo de vida solitario-virtual que se va imponiendo poco a poco en nuestro estilo de vida. Quienes somos, hemos sido activas antes de la pandemia, lo seguimos siendo ahora de otra manera.

 

Así es que seguiremos atentas a los acontecimientos y si la Covid quiere nosotras si tenemos todo a punto para celebrar esta XXI edición del Encuentro Intercultural de Mujeres que no será un referente feminista pero si sigue siendo un espacio de encuentro, reflexión, debate y apoyo a un proyecto de Economía Social y Solidaria.

 

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Codazos, Namasté o lenguaje de signos

 

 

 

Hace un rato leía que la OMS (Organización Mundial de la Salud) recomendaba no saludarse con la original fórmula introducida por los mandatarios durante esta pandemia de «dar codazos». He celebrado esa recomendación porque desde un principio me pareció chocante ponernos en comunicación de esa manera. A ello se sumaba también la introducción de lo que me parece una afirmación desacertada:  «la distancia social» y no «distancia física» para evitar los contagios del coronavirus.

 

En algún momento, cuando me negaba a utilizar este saludo, sentía la incomodidad de quien tomaba la iniciativa. Siempre respondía, ya parezco un disco rayado, que en mi vida me enseñaron la importancia de «no dar codazos». Por eso me parecía ir en contra de mis principios entrar en esta dinámica.

 

Sin embargo, considero muy significativo el saludo de las culturas orientales:  una pequeña inclinación con las manos en el pecho, saludando desde el corazón. Durante mi viaje a India ese gesto, unido al Namasté nos vinculaba al lenguaje universal que es el corazón.

 

Namasté, es un saludo de origen sanscrito, originario del norte de la India, que significa: me inclino hacia ti. No es necesario decir nada, con ese gesto y la colocación de las manos se produce un saludo que va de corazón a corazón. Creo además que en estos momentos en los que el miedo, la incertidumbre y la preocupación son emociones a flor de piel este saludo, que además respeta la distancia física, nos posiciona de manera mucho más cercana que «los codazos»

 

Tampoco viene mal, en esa necesidad de buscar nuevas maneras de saludarnos, el lenguaje de signos que se ha ido introduciendo en nuestra vida como una forma de inclusión de las personas que tienen diferentes capacidades y que con el uso de las mascarillas dificulta la comunicación.

 

Por eso considero que esta nueva normalidad anormal que empezamos a vivir debe ir incorporando «saludos con sentido». De la misma manera que el lenguaje no es neutro, es inclusivo o no lo es, hay un lenguaje corporal que va configurando nuestra forma de relacionarnos.

 

Así es que yo apuesto por el Namasté, el lenguaje de signo o cualquier genialidad que se nos pueda ocurrir y que nos represente mejor como seres humanos sociales, empáticos, amantes del sol, la calle y la vida.

 

 

Y hoy que celebramos el nacimiento de un poeta que hizo de la creatividad y el compromiso su bandera, como fue Benedetti, creo que es más necesario que nunca buscar tácticas y estrategias que nos ayuden a comunicarnos más y mejor.

 

 

 

Táctica y estrategia

Mi táctica es
Mirarte
Aprender como sos
Quererte como sos

Mi táctica es
Hablarte
Y escucharte
Construir con palabras
Un puente indestructible

Mi táctica es
Quedarme en tu recuerdo
No sé cómo ni sé
Con qué pretexto
Pero quedarme en vos

Mi táctica es
Ser franco
Y saber que sos franca
Y que no nos vendamos
Simulacros
Para que entre los dos
No haya telón
Ni abismos

Mi estrategia es
En cambio
Más profunda y más
Simple
Mi estrategia es
Que un día cualquiera
No sé cómo ni sé
Con qué pretexto
Por fin me necesites

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La pobreza de los pobres

 

 

Hace unas semanas los medios de comunicación, sobre todo los de la derecha, convertían la denuncia de un trabajador de Podemos en un asunto de estado.  Curiosamente salió en medio de la polvajera que levantaban los asuntos del Rey Emérito publicadas en la prensa extranjera.  Mientras salía de España con destino a Arabia Saudita, país referente dónde los haya de democracia, derechos humanos e igualdad, nos ocupábamos de Podemos.

 

También hace unos días, los inmigrantes se han convertido en el centro informativo. Pateras que siguen llegando a nuestro país, más concretamente a nuestras islas, generando confrontación y mostrando que, a pesar de estar en un continente dícese que civilizado, no estamos preparados para afrontar las contradicciones del mundo globalizado.

 

Mientras quienes llegan en pateras concitan las filias y las fobias de mucha gente, nos llega otra gran noticia de calado: probablemente, en quince días, tiempo en el que con un poco de suerte consigues una cita con tu médico de cabecera o Hacienda, se producirá  la fusión de Bankia y La Caixa. A eso le llamo yo eficacia de la empresa privada. La entidad rescatada con el dinero de la ciudadanía, que por cierto no ha devuelto y que muchos creíamos se iba a convertir en la banca pública, cae seducida por el Sr Fainé con el aplauso del exministro de Guindos. Ya estábamos preparándonos para las fusiones porque el otro banco catalán, el Sabadell estaba en ello.

 

Creo que tenemos motivos más que suficientes para mosquearnos cada vez que veamos aparecer estas maniobras de distracción, perfectamente orquestadas, que generalmente ponen el foco en las personas más desfavorecidas o las  políticas destinadas a mejorar sus condiciones de vida. Y curiosamente, quienes mejor ejecutan esta estrategia y entran al trapo, son también las capas más populares rendidas a los intereses de los poderosos.

 

Pocas cosas me resultan tan difíciles de entender como la crítica que hace la gente desfavorecida de quienes también lo son; me duele escuchar los comentarios despectivos que hacen de los inmigrantes quienes en su día tuvieron que coger la maleta, como diría Pedro Lezcano, para buscarse la vida fuera y están viendo cómo su descendencia, con doctorados y másteres forman parte del servicio en  Noruega o Alemania.

 

Pero claro, mientras estamos entreteniéndonos con estos temas, criticando sin proponer, sembrando el odio sin construir; otros seguramente estarán preparando los grandes proyectos para los fondos de reconstrucción europeos.  Crearan sus estrategias eficaces, rápidas, coordinadas, en silencio, mientras echamos la culpa de nuestros males a una pobre gente que no tiene ni maleta como equipaje, sino un cayuco que en su gran mayoría está en manos de los traficantes de personas. ¿Tan difícil es entender que  busquen la tierra prometida que les hemos vendido y hemos construido con sus materias primas?

 

Desde mi primer viaje a África no me canso de repetir que ojalá no nos pasen factura de lo que hemos hecho con ese continente joven, rico y explotado. Ojalá no lo tengan en cuenta y en este país seamos capaces de construir una sociedad más inclusiva, intercultural y tolerante. Trabajo no nos falta para conseguirlo, ojalá con la eficacia de la empresa privada.

 

POEMA «LA MALETA» de Pedro Lezcano

 

Ya tengo la maleta,
una maleta grande, de madera:
la que mi abuelo se llevó a La Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa
casi nueva.
La tengo ya cerrada y rodeándola
un hilo de pitera.
Ha servido de todo. Como banco
de viajar en cubierta,
y como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.
Yo no sé dónde voy a echar raíces.
Ya las eché en la aldea.
Dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de la vieja…
– La hostelería es buena, me dijeron.
Y cogí la bandeja.-
Si señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa…
Yo por vivir entre los míos hago
lo que sea.
Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza…
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quién los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco,
¡y lo que se vendía era mi tierra!
Pero no importa, me quedé plantado.
Aquí nací, de aquí nadie me echa.
(Hasta que el otro día lo he sabido,
y he hecho de nuevo la maleta.)
He sabido que prontovan a venir de afuera
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias…
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte, y nuestra muerte,
indefectiblemente se proyectan.
Yo por mi partecojo la maleta.
La maleta que el viejo
se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas,
¡Qué valientes barquillas atuneras!
Tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan.
Vayan a donde vayan siempre avanzan.
¿Quién dijo popa? ¡Avante a toda vela!
Y yo…voy a marcharme, reculando.
Voy a dejar que crezca
sobre esta tierra mía
toda la mala hierba.
Voy a volver la espalda al forastero
que vendrá con sus máquinas de guerra
para ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias…
Pensándolo mejor, voy a sacarde la vieja maleta
el libro, la escudilla, la camisa,
la batea,voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva.
Y con ella vacíame acercaré a la Isleta,
y al primer forastero de la muerte
que llegue a pisar tierra
se la regalo, para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva.
¡No quiero más maletas en la historia de la insular miseria!
Ellos, ellos,que cojan ellos la maleta.
Los invasores de la paz canaria
que cojan la maleta.
Los que venden la tierra que no es suya
que cojan la maleta.
Los que ponen la muerte en el futuro
que cojan la maleta¡
Que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta!