La felicidad en la montaña
Victor acompaña a su madre en una ruta de senderismo por el interior de la isla de Gran Canaria. Es un adolescente que dibuja en su cara una alegría contenida. Se ha levantado muy temprano con la ilusión de un auténtico aventurero. Sentado en la guagua que le lleva al inicio de la ruta, mira por la ventana cómo aún no se atisban los primeros rayos solares. Es la última ruta del año, previo a las fiestas navideñas. Sus ojos irradian felicidad.
El joven Víctor sabe que el reto que tiene por delante es auténtico. Jamás había llegado tan lejos en una ruta de senderismo, jamás había caminado tanto y, nunca, había estado tantas horas en la montaña. Emocionado, con una ilusión que no le había dejado dormir en toda la semana.
Escribió Martin Seligman dos cosas acerca de la felicidad: que debemos fijarnos más en nuestras fortalezas que en nuestras debilidades, y que no existe una única felicidad. Cada persona bebe en unas fuentes distintas para alcanzar «su» propia felicidad.
No cabe duda que Víctor sin empezar a caminar estaba maravillado. Había conseguido plaza y escuchaba, con atención y fascinación, lo que el guía explicaba del itinerario.
Un viaje al centro de la Caldera de Tejeda