Las dos caras de una misma España
Ayer millones de personas salimos a la calle para protestar por el asfixiante sistema económico, político y social que impera en esta segunda década del siglo XXI.
Gritábamos sin cesar un cambio. Una nueva orientación. Reclamábamos una forma diferente de afrontar los problemas y, sobre todo, los recortes. Hay que adelgazar muchas cosas, pero los indignados a lo largo de estos meses (que ya se cuentan por años) han ido visibilizando muchas cuestiones que es hora de cambiar.
Durante siglos se ha ido socializando las ganancias (por hablar en términos económicos). Sin embargo, ahora que llega la época de las vacas flacas, pues, parece que determinada casta quiere seguir manteniendo sus privilegios. Y, llegamos así, a tener un sistema político donde la vocación pública queda en un segundo o tercer lugar, prevaleciendo el suculento sueldo, el imperio de las colocaciones a dedos, las prebendas y comisiones anexas al cargo, y un largo etcétera que asignamos a los gobernantes (todos) de nuestro país.
En resumen, vivimos una sociedad con dos marchas. Un pueblo que se aprieta el cinturón y unos políticos, insisto todos, no se salva ninguno color en todos los niveles de la vida pública, que mantienen y se aferran a sus privilegios.