Flores y abejas
Este año de pocas lluvias me he fijado que se está retrasando mucho las floraciones. En algunos sitios la cañaheja («Ferula linkii»), por ejemplo, su vara aún no tiene las frondosas flores amarillas que todos conocemos. Aunque si te fijas bien, caminando por la montaña, en algunas laderas orientadas al norte, sí que tienen. Explico esto porque hay que ver la fortaleza de algunas especies que sobreviven con el relente nocturno y con la mínima humedad del alisio.
El retraso de las flores influye mucho, también, en la polinización y en las abejas. Unas abejas cuyas amenazan sube cada año y esto se puede convertir en una auténtica tragedia ambiental. Veamos por qué.
Las abejas no sólo hacen miel, su existencia es indispensable para la vida en el planeta. Cada año, se encargan de polinizar plantas y cultivos cuyo valor estimado supera los 40 mil millones de dólares. En muchos países, esta cifra representa más de un tercio del suministro de alimentos a nivel nacional. Sin una acción inmediata para salvar a las abejas, muchos de nuestros vegetales favoritos, frutas, nueces y frutos secos, podrían desaparecer de nuestras despensas.