Y de repente nos llueve en ese momento. Muchos miramos al cielo, como intuyendo la imagen sonriente y emocionada de Ruano, que nos lanzaba un mensaje a modo de lágrimas agradecidas.
Un centenar de personas caminábamos por el litoral de Telde, en recuerdo a José Luis González Ruano, amante, defensor y divulgador de los valores naturales del municipio, de los océanos, del Planeta Tierra.
Llegados a un punto, el guía de la ruta, Espiño Meilán, nos invitó a realizar una ofrenda floral justo en el Bufadero. Cuando lanzamos las flores (hermosas rosas rojas), apareció la lluvia. Llevamos un invierno seco, un febrero con fuerte calima, sin una gota de agua. Y de repente nos llueve en ese momento. Muchos miramos al cielo, como intuyendo la imagen sonriente y emocionada de Ruano, que nos lanzaba un mensaje a modo de lágrimas agradecidas.
Fue el primer memorial de José Luis González Ruano que falleció el pasado mes. Un paseo interpretativo en contacto con la Naturaleza y en este caso, una naturaleza muy especial, la que disfrutaba en su paseo diario, al filo de la madrugada, por su amado litoral teldense. Cada vez que gozaba de un nuevo amanecer en el camino, era la vida la que se recreaba en él.
En sus numerosos libros nos decía que «la costa de Telde recibe cada día la fantasía cromática del amanecer. Las primeras horas de la mañana son, por lo tanto, un momento ideal para contemplar bellas estampas marinas como la que componen los roques de Taliarte”.
Pero también fue capaz de enseñarnos el interior del Bufadero. En sus primeros libros, lindas imágenes nos invitaban a conocerlo. Descubrir un paisaje único: el perfil multiforme del basalto en el Corral de las Yeguas y el Bufadero de La Garita, una oquedad submarina, donde la espuma desbordada de las grandes mareas de fondo forma espectaculares y breves cascadas al caer en el interior del bufadero. Posteriormente, el mar comprimido en este recipiente lávico proyecta un surtidor de agua a gran altura a través de un pequeño orificio, a modo de géiser. Una maravilla de la naturaleza volcánica de nuestro litoral. Fotografiada mil veces, pero admirada cada minuto. Allí estaba él, observándonos.
Toda la costa de Telde tiene su huella. El rescate de la toponimia más antigua de la actual playa de la Garita, como es la de Puerto Madera, ligada a la actividad de desembarco de maderas necesarias para la construcción de viviendas e ingenios azucareros durante el siglo XVI, de gran desarrollo en la Vega Mayor de Telde, era una de sus luchas. Igual que la “Tufia, incluso en su toponimia, rezuma las esencias de lo antiguo. El poblado del guaire aborigen Taufia permanece enhiesto aún, piedra sobre piedra, sin argamasa, coronando una pequeña península acantilada de la que también cuelgan oquedades todavía utilizadas como viviendas. Pronto advierte el caminante que la visita a este interesante conjunto arqueológico se convierte, en sí misma, en una apasionante aventura cultural”. Con estas palabras nos presenta este emblemático lugar José Luis González Ruano en su libro El Bosque de Tara (1995).
Ruano lo compartió todo, su tiempo, su conocimiento, su literatura, sus viajes, … Recuerdo un programa de radio que bautizo “hábitat”, en la extinguida radio municipal. Su particular tono de voz cautivaba a los oyentes. Un gran comunicador, su sensibilidad y sus sutiles críticas llegaban.
Ahora, cuando él ya no está, incluso sin recuperarnos del dolor, tenemos motivos para estar feliz por la Naturaleza que nos enseñó.
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