Canarias y la desalación de aguas: 50 años de experiencia que permiten superar los retos del presente
Artículo de opinión de Dr. Baltasar Peñate Suárez, Jefe del Departamento de Agua del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC).
Disponer de agua tratada y su correcta gestión ha sido en el archipiélago canario, desde siempre, una obsesión. El hecho insular ha marcado la necesidad del autoabastecimiento en cuanto a recursos hídricos se refiere, sin contar con la posibilidad de efectuar trasvases permanentes de agua desde otros territorios. De hecho, en momentos determinados de nuestra historia, islas como Lanzarote, tuvieron que ser abastecidas de agua a través de barcos provenientes de Gran Canaria o Tenerife. Sin duda, el mejor recurso que la población canaria ha puesto en juego para superar los limitantes físicos, ha sido su ingenio y capacidad innovadora.
Las condiciones climáticas, fundamentalmente por la escasez de lluvias (variable según las islas), como por las circunstancias geomorfológicas, que explican la práctica ausencia de aguas superficiales aprovechables, han marcado el devenir de los hechos.
De este modo, la mayor parte del agua se ha obtenido desde los inicios del siglo XX a través del alumbramiento de pozos (principalmente en la isla de Gran Canaria) y galerías (especialmente en las islas de La Palma y Tenerife), con una mayoritaria participación de iniciativa privada. Pero la sobreexplotación de los recursos ha condicionado la búsqueda de nuevas fuentes, no convencionales, de recursos hídricos con los que cubrir la creciente demanda. Se ha recurrido a la desalación de agua de mar y salobres; y se introduce la reutilización de aguas depuradas, principalmente para usos agrícolas, ornamentales y recreativos.
Se construye la primera planta desaladora por evaporación súbita (MSF) de 2.300 m³/día en la isla de Lanzarote en el año 1964, lo que propicia no sólo que Canarias abra las puertas a la desalación de aguas sino también al hecho de requerir mucha energía para obtener agua. Esta planta fue la primera desaladora de agua de mar para uso urbano de toda Europa.
A partir de esta experiencia, le siguieron en Gran Canaria, Las Palmas I, MSF de 20.000 m³/día, y Fuerteventura con Puerto del Rosario, MSF de 2.000 m³/día, y así hasta que en la mayoría de las islas se hubieran instalado todos los tipos de sistemas comerciales de desalación existentes, abarcando desde tecnologías de destilación hasta de membranas de última generación. Por este motivo, Canarias fue considerada hasta finales de siglo XX como un gran laboratorio para las diferentes técnicas de desalación con un abanico muy amplio de tecnologías, capacidades, calidades del agua bruta y aplicaciones del agua producto.
La producción de agua desalada en Canarias se situaba en 210 hm3 en el año 2004 y en unos 200 hm3 en el año 2014 (DGA), habiendo en la actualidad una capacidad instalada de producción que supera los 600.000 m3/d (entre plantas públicas y privadas). La provincia de Las Palmas concentra el mayor número de desaladoras contando con más del 70% de las plantas de explotación públicas existentes, así como la mayor planta desaladora por ósmosis inversa de Canarias en explotación (Las Palmas III, cercana a los 100.000 m3/d).
El consumo medio específico de energía en las grandes plantas desaladoras de agua de mar de gestión pública se encuentra cercano a los 4,5 kWh/m3 (2012, DGIE), destacando algunas desaladoras que consiguen desalar por debajo de los 3,70 kWh/m3. Si bien los esfuerzos e inversiones realizadas en las últimas décadas por reducir el coste energético de las plantas desaladoras han sido muy importantes, aún conviven junto a nuevas y eficientes desaladoras, plantas con tecnología poco eficiente.
La energía destinada solamente para desalar agua en alguna de las islas supone más del 10% de la energía puesta en la red eléctrica. Es de destacar que las islas que tienen una mayor dependencia de la desalación de agua de mar, y que por tanto el coste energético del agua es mayor, coinciden con las islas con un mayor porcentaje de demanda de agua en áreas urbanas o urbanizadas (incluido riegos de zonas verdes y campos de golf), destacando el caso de Lanzarote y Fuerteventura con un 95% de la demanda con este carácter. Gran Canaria y Tenerife están en un nivel intermedio con un 62% y 59% respectivamente.
La utilización del agua de mar y su transformación en agua potable ha posibilitado, en los últimos cincuenta años el asentamiento poblacional y el desarrollo de áreas geográficas áridas, además de haber convertido a esta región en referente mundial en tecnologías de desalación en todos los aspectos (instalación, operación y mantenimiento, explotación, investigación, desarrollo, innovación, etc.).
Pero todo este desarrollo tecnológico, la búsqueda de alternativas para salvar la escasez de agua, así como el esfuerzo económico y social realizado para tener el mayor porcentaje de cobertura en la red de abastecimiento y saneamiento posible, tiene un coste ambiental y energético muy importante que es necesario tomar en consideración.
La reducción de los impactos ambientales de los vertidos en la costa, la reducción de químicos en el proceso, la utilización de energías renovables en grandes plantas, la distribución de agua de la costa al interior en una orografía compleja y la mejora continua de la eficiencia energética son los retos a los que se enfrenta Canarias en las próximas décadas; desafíos que de seguro serán superados gracias al incalculable conocimiento adquirido por los técnicos, gestores y explotadores de plantas desaladoras tras medio siglo de experiencia.
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