Como una forma de gestionar el patrimonio de la ciudadanía, como una forma de gestionar lo público, como una forma de servicio y compromiso con todas las personas.
Afrontamos los últimos días de campaña electoral y del azote mediático de los partidos por auparse a puestos de responsabilidad institucional.
Sin embargo, analizo desde mi ventana, cómo una parte de jóvenes (y no tan jóvenes) han dado un paso muy importante en sus vidas, para saltar del anonimato cotidiano a figurar en unas listas electorales comprometiéndose con unas siglas y, entiendo, con la ciudadanía que les votará el domingo.
No es mi caso. Llevo desde el año 1999 participando en listas electorales, siempre apoyando a mis compañeros-as de Los Verdes. En candidaturas locales, regionales, nacionales, etc. Incluso ya estuve en un ayuntamiento trabajando, a lo que se añade mi vocación pública y de servicio a las personas desde el puesto de trabajo que desempeño diariamente.
Mi reflexión la quiero centrar en todo ese grupo de personas que, por una causa u otra, han dado el «salto» a la política, al compromiso por su localidad, al «rescate» de lo público.
Eso hay que aplaudirlo. Es meritorio porque siempre hemos dicho que si no participamos nosotros (la gente de bien), otros lo harán por nosotros. En los últimos años vemos que esos «otros» terminan en los bancos suizos.
La fiesta de la democracia empieza porque la ciudadanía se comprometa, se comprometa siendo candidato o candidata, votando con responsabilidad, participando de esta fiesta que acaba en compromiso, en servicio a la ciudadanía y que no termina con el día de la elecciones.
Anda… ¡qué no secuestren tu voto!
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