Un viaje marino a golpe de pala y piragua

KA I AK UN VIAJE DESDE LOS HORIZONTES MARINOS DE LA ISLA A LOS MUNDOS INTERIORES DE SUS PERSONAJES
por Jesús Ruiz Mesaespino2.jpg
Con esta tercera aventura editorial para ayudarnos a entender los paisajes de la isla, comprender su orografía, su geografía, litorales, accidentes geológicos, sus paisajes singulares, escenarios de sus personajes, su esencia y presencia en el ánimo de cada uno de los que habitamos nuestra isla, la antigua Ysla de Canaria, el escritor José Manuel Espiño Meilán nos ofrece en su novela, KA I AK, Una isla, una piragua y unas botas de montaña, presentada el jueves 19 de marzo en la Casa Museo León y Castillo de Telde, con la intervención del director de la institución museística y Cronista Oficial de Telde, don Antonio María González Padrón y el autor. Un viaje marino a golpe de pala y piragua, y otros a paso de bota de montaña, para adentrarnos con él y sus personajes en la lectura de este último trabajo literario en los infinitos mundos marinos, costeros, paisajísticos, y visión como él mismo expresa: «que cada persona debe encontrar en el estímulo necesario capaz de convertir su periplo vital en una aventura permanente».


23 Capítulos de esa aventura de 343 páginas que es KA I AK, imágenes de portada de Ildefonso Rodríguez Ramírez e ilustraciones de Pilar Pérez Martínez. Viaje pretendido, iniciado y conseguido desde que la primera edición de Los Silencios de Punta de las Arenas, sale a la luz en abril de 2012, José Manuel Espiño, dejando entrever en la última página, releída su obra desde El Confital, preparando el periplo de la vuelta a Gran Canaria por el litoral, en el 2012 que se conmemoraban los treinta años del Colectivo Turcón Ecologistas en Acción. Edición que seguía en su línea narrativa con la segunda, Un centenar de lagartos, editada en octubre de 2013.
Las tres obras tienen en común algo muy significativo que nos hace volver la vista, la memoria y lo experimentado en cada uno de los recorridos, viajes, senderos, desde el mar, desde los profundos barrancos que desembocan en un litoral de serenas aguas, solitarias y bellas playas, de tormentosos golpes de mar oceánico en sus embates contra los acantilados, en numerosas ocasiones deformados por el ímpetu urbanístico que ha buscado los imposibles de ganar superficies a costa de doblegar el paisaje milenario a caprichos de oferta y demanda de las explotaciones turísticas.
Cantidad de toponimias, desde San Cristóbal a Guguy y Punta Arenas, desde La Laja, Rincón del Castellano, Taliarte, Melenara, Salinetas, Punta de la Hullera, Barranco Hondo, Aguadulce y Tufia, Ojos de Garza, Punta del Ámbar, Roque y península de Gando. Playa de la Gaviota, Punta Gaviota, barranquillo de las Cruces, Punta de la Caletilla. Pozo Izquierdo, Punta de Tenefé, y más costa, Patalavaca, Balito, Puerto Rico, Amadores, Tauro, El Cura, Los Frailes, Medio Almud, Tiritaña, Taurito, Arguineguín, Mogán, Tasarte, Tasartico, Veneguera, La Aldea, El Descojonado, Anden Verde, Agaete, el horizonte se arquea, da la vuelta y regresa al punto de partida.
Las cumbres desde el mar exhiben su majestuoso porte geológico, y aún persisten numerosos nombres de playas, puntas, costas de callaos, arenas doradas, rocas y acantilados, bajas, puertos, referentes geográficos de los litorales de la isla redonda que nos quedan por recorrer, conocer, dejar la huella y navegar.
Orillas, acantilados, laderas, que sobre la piel de nuestra Isla de Canaria, la antigua, la de los portulanos seculares de su paciente y sufrida evolución atlántica histórica, geográfica y humana, la de la tricontinentalidad del siglo XXI, llenaron de recuerdos y experiencias otros tiempos. Aquellos años de escapadas al otro lado de la isla como Robinsones de nuestra propia leyenda, en los que más de una vez nos hemos acercado a lanzar nuestras cañas, nuestros baños de agua, sal, arena y sol, para sentirnos pescadores, desnudar nuestro cuerpo y alma, aunque solo fuera de ilusiones, turistas accidentales o giras de fin de curso. Idas y venidas por las viejas carreteras que nos acercaban al sur de nuestros desafíos jóvenes, carteles, señales y cicatrices de cromáticos estratos testimonio del cataclismo volcánico que dio origen a las islas; piedras, bocas de barrancos, abismos, cuevas, a veces inaccesibles, proyectos sobre la diversidad de la naturaleza litoral y su explotación aún por hacer realidad. La novela nos describe como el caminante hace camino al andar, o el navegante de la piragua deja su humilde estela con la mirada en el horizonte abierto de mar y tierra.
El autor desde la intimidad del silencio, cierra y firma sus relatos, desde Punta de las Arenas, desde El Confital, desde El Guiniguada a su paso por el Jardín Canario Viera y Clavijo, desde la playa de Guguy, desde sus mundos isleños que conforman el medio entorno en la que se suceden sus experiencias, relaciones humanas, los impulsos vitales que le mueven al desafío de entender el porqué, cómo y dónde guardar la memoria humana, material, respetando la de sus personajes, y el mundo en que se mueven, actúan y cómo algunas de sus ensoñaciones se hacen realidad.
Protagonistas que nos conducen por los mismos senderos, atajos, recovecos e historias que, en sus relatos, el escritor nos muestra mundos que están ahí, no tan lejos geográficamente, a veces inadvertidos, inmersos en el paisaje para ser mejor observados, entendidos, queridos y protegidos.
KA I AK aborda la búsqueda existencial del ser humano y de su libertad. Ancestral periplo que todos recorremos con mayor o menor acierto en pos del encuentro con uno mismo. En este relato los verdaderos protagonistas son una piragua y unas botas de montaña, alas capaces de poner en vuelo los sueños de un hombre y de una mujer. Homenaje a la gente corriente que es capaz de encontrar una ilusión para vivir. Dos personajes que se van a encontrar para hacer un recorrido simbólico pero real alrededor de la isla de Gran Canaria.
Es un canto a la isla de Gran Canaria desde el periplo marino en Agaete hasta el sur en Mogán y desde Mogán a Agaete, con el escenario de una naturaleza en algunos espacios desconocida, donde las paredes naturales de una formación volcánica salvaje caen cientos de metros. Centenares de aves que sobrevuelan este mar, orillas y cimas de estos cantiles. Barrancos que finalizan su cauce dejando entrever míticos árboles como las sabinas o cedros.
Como expresa el autor de la novela: «KA I AK es un canto a la esperanza, al valor a la autoestima, a todos aquellos que son capaces de acercarse de una forma armónica, no tan tecnológica, al medio, ya sea con unas botas, unas palas que mueven la fuerza de sus brazos. Homenaje a los primeros palistas de la antigüedad que se atrevieron a cruzar y explorar todo tipo de mares.
Un homenaje sincero a la mujer, a Eva protagonista del relato. Encuentro del hombre y de la mujer consigo mismos, con el entorno y medio ambiente que envuelve en su silencio paisajes que, en sus desconocidas formas desde otros puntos diferentes, les hacen penetrar en las profundidades de sus soledades, entablando un dialogo con la montaña, el risco, la playa, el mar, los dioses personificados en personajes que viajan desde los sueños hasta estos parajes que la Isla les brinda, espacios y medios naturales en estado puro para regocijo del espíritu, del mortal humano y de quienes en otros tiempos remotos llegaron a estas orillas empujados por los vientos de sus propios destinos».
Como expresa Espiño en cada una de las conclusiones de sus novelas, personajes, reflexiones y promesas para no olvidar quedan ahí, abrazadas en cada uno de los relatos cuyos protagonistas conjuran: «Zacarías y Breogán, juntos hace tiempo formularon secretamente un anhelo imposible y, se había cumplido, confirmando su último deseo. Después de la lectura de Un centenar de lagartos, [en el escenario vital donde vivió Doramas su aventura terrenal, para él larga e intensa, hay otros hombres y mujeres. Y en la grieta volcánica donde prosperaron con enorme paciencia las raíces del soberbio cardón hay otros cardones, veroles y tabaibas. Bajo su protección, entre raíces y piedras, un centenar de lagartos vive y come como aquellos de antes, del tiempo del hombre solitario], intentemos evitar la condenación de la extinción de especies endémicas que componen la frágil diversidad biológica de las islas, riqueza insustituible que se fraguó tras millones de años de evolución sobre los territorios insulares.
Y, desde mi Kayak, sobre la lámina de agua atlántica en el silencio del valle cuya boca enfrento ante el barranco que profundo ante mí se extiende, acompañado únicamente por el vaivén sonoro de la marea, el viento del valle y mi piragua, doy las gracias a esa pléyade de amigos senderistas, palistas aventureros, inconformistas, ecologistas y trotamundos que han compartido alegrías y sufrimientos, ilusiones y fracasos a mi lado, renovadas esperanzas en el ser humano y una innegable alegría de vivir».
Hasta siempre Albenes, Colacho, Luz Marina, Eva, mama Lola, que de la mano, imaginación, creación y sueños del escritor, José Manuel Espiño Meilán, me habéis servido vuestras experiencias vitales, en cierto modo, las de la isla. Gran Canaria y sus caminos, han vuelto a meterse por los entresijos de mi propia vida y estoy disfrutando de cada capítulo, de cada relato, y en un primer epígrafe citando Caminos de agua de Román Morales García: Viajar es curiosidad más que desplazamiento: partir o regresar no deja de ser una ficción…….con la lectura de KA I AK, Una isla, una piragua y unas botas de montaña, casí una realidad. Enhorabuena José Manuel Espiño Meilán por esta nueva novela que recomiendo su lectura. Muchas gracias.
Jesús Ruiz Mesa, colaborador cultural Telde www.teldeactualidad.com Círculo Cultural de Telde. Casa Museo león y Castillo. R.S.E.A.P.G.C. Telde.
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