Acaban de celebrarse las II Jornadas de Turismo Rural y Activo, organizadas por el Ayuntamiento de La Aldea de San Nicolás, contaron con el apoyo de la Vicecosejería de Turismo, el Cabildo de Gran Canaria, AIDER y la Mancomunidad de Municipios del Norte de la Isla.
Tuve el honor de participar con una conferencia y al final de las Jornadas, el ambiente, las sensaciones de todos los participantes, eran muy positivas. Conclusiones esperanzadoras para una época donde se necesita mucha energía e innovación. Se mostraron varias iniciativas que quieren convertir al municipio aldeano en un buen referente turístico.
Se trata de un pueblo con algo más de 123 km2 de superficie que ha sido agraciado con una naturaleza singular. La Aldea tiene montañas, barrancos, playas semi vírgenes, bosques de pinos canarios. Tiene unos baluartes patrimoniales y paisajísticos de indudable valor para el visitante. En conclusión, es una maravilla de la naturaleza, una reserva de la biosfera, un paraíso para el senderista.
Este pueblo tiene un gran potencial para fomentar un turismo rural complementario a las actuales ofertas de diversificación económica de la Isla. La historia, el patrimonio, el paisaje, el mar y la geología montañosa de La Aldea son motivos suficientes para configurar un amplio y atractivo catálogo de visitas que puedan impulsar el desarrollo económico y comercial del municipio.
Cuando no había carretera, la escritora inglesa e incansable viajera, Olivia Stone, llegó a La Aldea. El día 12 de noviembre de 1883 se despertó y, por la ventana, vio el paisaje montañoso que rodea al pueblo: «hay montañas a izquierda y derecha. Las primeras tienen picos quebrados, coronadas en el centro por una alta y de forma curiosa, la montaña del Cedro». El día anterior había llegado por el camino del Furel (ella escribió Fure) y, también, se deleitó y escribió que «las montañas que terminan en la Punta de La Aldea tienen unos contornos sorprendentes y magníficos».
Un poco antes, Leopold von Buch (geólogo alemán, 1815) se refiere a La Aldea vista desde Artenara como «El valle se abre por completo hacia el hermoso llano de La Aldea, situado al borde del mar y que está cubierto de magníficas palmeras y de campos de millo que se extienden hasta perderse de vista».
En el año 1856, el botánico y ornitólogo alemán, Carl Bolle, escribió que «el preciado jaspe que se encuentra en la Aldea de San Nicolás (Gran Canaria), del que se nos dice que hay tal cantidad que la catedral de Las Palmas se podría haber construido de este mineral».
Más tarde, Karl von Fritsch (geólogo alemán, 1863) nos describe una localidad situada en «un valle amplio y llano, que se va estrechando a medida que se aproxima al mar, al pie de las escarpadas laderas rocosas por las que desemboca el barranco de Tejeda y en torno a la masa montañosa, muy erosionada, del Pico del Cedro».
Tenemos que recordar que La Aldea se encuentra en el corazón de la Reserva de la Biosfera. En el mundo tan solo existen unas 563 reservas, distribuidas por 110 países diferentes. Son seleccionadas por su interés científico, basándose en una serie de criterios que determinan si un espacio se incluye, o no, en el programa. La función de estas reservas es, además de la conservación y protección de la biodiversidad, también el desarrollo económico y humano de estas zonas, la investigación, la educación y el intercambio de información entre las diferentes reservas, que forman una red mundial.
El pueblo aldeano tradicionalmente ha sido un pueblo emprendedor. Recordamos el enorme trabajo realizado en los cultivos hidropónicos del tomate, adelantándose a la coyuntura imperante. Ahora con el turismo también quieren comenzar una era de innovación y posicionamiento. Al otro lado de las montañas se quiere apostar por un turismo sostenible, amable con la naturaleza, donde el visitante se sienta, verdaderamente, en el paraíso del senderismo.
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