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Siri, la viajera polímata

Vuelvo a Florencia treinta y un años después. Tenía diecisiete años la primera vez. Recuerdo uno de los momentos más felices de mi vida : un día en Florencia sentada, apoyada en una puerta de madera en el escalón más alto, todos mis compañeros sentados, recostados, como un racimo de uvas que cayesen desde mí. Las cabezas de mis amigas apoyadas en mis rodillas y el sol florentino calentando mi cara…estábamos tan cansados y tan felices. Las noches de risas corriendo por el hotel…»o dormire o tutti fuori!», decía el encargado del hotel desesperado por los pasillos.
Florencia sigue igual de hermosa. El Duomo observa casi con risa a los millones de turistas que giran y giran a su alrededor. Ya no van con pliegos de papel gigantes a modo de mapas del tesoro y en los que el tesoro era encontrar una calle, un monumento a visitar o, simplemente, un lugar donde dormir. Ahora los aventureros van siguiendo los pasos que les marca una pantalla. Ya no los ve preguntándose unos a otros dónde está o dónde podrían comer. Ahora le preguntan a una tal Siri, una políglota y polímata que a Miguel Ángel le hubiera encantado conocer.
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