El sueño de la mujer del pescador

Desde que aparecieron en La Odisea de Homero, las sirenas han poblado los sueños de muchos pescadores y no pescadores y también los sueños de muchas niñas, y no tan niñas, que desearían ser una de ellas. Pero las sirenas, a veces (no quiero decir «siempre») no son esas hermosas criaturas de pelo rojizo y cola de pez. Según los griegos, eran seres con cuerpo de ave y rostro de mujer que perdieron sus plumas por retar a las musas con su canto. Peces o aves, dicen que desaparecieron cuando Ulises se resistió al efecto de su canto y cayeron al mar convirtiéndose en piedra excepto una, Partépone, que logró llegar a la orilla, al lugar en el que se asentaría posteriormente la ciudad de Nápoles.
Pero existen otras sirenas que con apariencia humana descienden desde hace más de dos mil años a las profundidades marinas en busca de perlas. Estas sirenas viven en Japón y se llaman Amas. Y como las sirenas, se enfrentan a las frías aguas solo con su cuerpo. Lo único que las diferencia es que, así como las sirenas guardan siempre el calor en su piel, las amas regresan a sus hogares con el frío dentro de los huesos y solo logran calentarlos junto al fuego.
Decía al principio que desde Homero soñamos con sirenas, pero las sirenas también sueñan.