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Un profesor

Desde que mi hija tuvo uso de razón y con cada simple ejercicio que hacía de matemáticas, siempre le decía lo mismo: ¡eres un genio! ¡Un genio de las matemáticas! Y se lo creyó. Nunca les ha tenido miedo y yo se lo sigo diciendo, de vez en cuando, para que nunca lo olvide.
Yo siempre les tuve miedo. Con solo ver un número ya me echaba a temblar. Y suspendía. Literatura, historia, arte, filosofía, me encantaban, pero las matemáticas no. Y no porque fuese una persona de letras. No. Era porque me daban miedo. Ese miedo que paraliza y que en cualquier situación hace que nuestro cerebro se bloquee. Hasta que llegó él. Aitor. Era 3º de BUP. Había cambiado de instituto y llegaba con mucha ilusión. Me había librado de «La Blanco» una profesora a la que nunca se le debió permitir serlo. No sé cómo me llegó la historia de Aitor, bueno, supongo que me lo contaría algún compañero. Aitor donaba todo su sueldo a una congregación religiosa para ayudar a los más necesitados. Se quedaba con lo justo para vivir y creo que le proporcionaban alojamiento. Recuerdo cómo me impactó. Pero mi miedo a las matemáticas continuaba, a pesar de lo admirable que me pudiera parecer mi nuevo profesor.
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El sueño de la mujer del pescador

El sueño de la mujer del pescador
El sueño de la mujer del pescador

Desde que aparecieron en La Odisea de Homero, las sirenas han poblado los sueños de muchos pescadores y no pescadores y también los sueños de muchas niñas, y no tan niñas, que desearían ser una de ellas. Pero las sirenas, a veces (no quiero decir «siempre») no son esas hermosas criaturas de pelo rojizo y cola de pez. Según los griegos, eran seres con cuerpo de ave y rostro de mujer que perdieron sus plumas por retar a las musas con su canto. Peces o aves, dicen que desaparecieron cuando Ulises se resistió al efecto de su canto y cayeron al mar convirtiéndose en piedra excepto una, Partépone, que logró llegar a la orilla, al lugar en el que se asentaría posteriormente la ciudad de Nápoles.
Pero existen otras sirenas que con apariencia humana descienden desde hace más de dos mil años a las profundidades marinas en busca de perlas. Estas sirenas viven en Japón y se llaman Amas. Y como las sirenas, se enfrentan a las frías aguas solo con su cuerpo. Lo único que las diferencia es que, así como las sirenas guardan siempre el calor en su piel, las amas regresan a sus hogares con el frío dentro de los huesos y solo logran calentarlos junto al fuego.
Decía al principio que desde Homero soñamos con sirenas, pero las sirenas también sueñan.

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Esports

Voy a empezar diciendo que yo fui una de esas voces que se alzó, en la privacidad de mi hogar, contra la inclusión de los esports como deporte y, más allá, de los esports como actividad en los colegios de Canarias. Y lo hice como creo que lo han hecho la mayoría: desde el desconocimiento absoluto y desde ese afán innato de la naturaleza humana de ir en contra de lo que sea y porque sí. Y me dejé llevar por aquello que tanto critico «la voz de la masa».
En aquel momento iba a unirme a las voces críticas aprovechando mi huequito en las redes. Y menos mal que no lo hice. Y lo digo, porque es que ni siquiera sabía lo que eran los esports. Sé que hubiese frenado desde el mismo momento en que me hubiese puesto a documentarme, cosa que siempre hago cuando quiero escribir de algo que genera cierta polémica, y me hubiese dado cuenta de mi desconocimiento absoluto; pero sigo diciendo que mi reacción inicial fue la de la mayoría: gritar y gritar bien alto «no». La mayoría siguió y sigue gritando, yo, decidí conocer antes de opinar.
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