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Quimeras

Estos días, vuelven a asaltarme ente sueños las palabras. Voy a escribir esto, voy a escribir lo otro. En el camino hacia el despertar se quedan muchas de esas palabras y cuando me despierto, solo revolotean alrededor quizás las del último sueño antes de volver a la realidad. Las otras, se quedan en la nebulosa de lo nunca escrito.
Ayer decidí que lo que había publicado, iba a ser mi última publicación con respecto a esta pandemia y la gestión de la misma por parte de nuestro gobierno, el único que debía gestionarla con responsabilidad, como depositario de nuestra confianza en su buen hacer para el logro del mantenimiento y vigencia de los intereses vitales de nuestra sociedad.
Todos sabemos leer. Todos podemos estar informados. Yo lo hago leyendo prensa de todos los colores. Nacional e internacional. Escuchando entrevistas, también de todos los colores, y saco mis propias conclusiones, que puedo asegurarles que no son partidistas. Hoy por hoy, podría decirles que a mí, ningún partido me representa. Objetividad, esa es mi elección.
Y como yo, todos estamos informados, o deberíamos. Cómo queramos acceder a esa información, el sesgo que le queramos aplicar, ya es cuestión de cada uno. Pero la información está ahí. Los hechos, también. Los resultados, también.
Me quedo con el tiempo. Con el silencio que escuchaba hoy a las cinco de la madrugada solo interrumpido por el rumor del mar a los pies de mi balcón.
Un tiempo que me ha servido para valorar lo que es real, lo que de verdad está a mi alcance, lejos, muy lejos de las quimeras con las que muchas veces queremos disfrazarnos. Porque no olvidemos que las verdaderas quimeras, vomitaban llamas, tenían cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón.

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La experta

No es la primera vez que me llaman así. Mi familia, lleva años haciéndolo. Al principio, era siempre en tono sarcástico. Algo así como, “venga, ya habló la experta”, al mismo tiempo que sabían que siempre, siempre, iba a dar mi opinión, iba a defenderla a capa y espada y que seguiría sacándoles de quicio en más de una ocasión.
Poco a poco, la cosa fue cambiando. Son muchas las ocasiones, en que mi familia ya no espera a que hable “la experta”. Cuando algo les afecta, o surge cualquier problema, lo que dicen es “vamos a llamar a Guadalupe, a ver qué piensa ella.” Porque aunque muchas veces les saqué de quicio, fueron ellos, mis padres, los que me enseñaron a pensar y a dar mi opinión siempre, de forma libre, pero con respeto, educación y como me recalcaba mi padre, con base.
En la adolescencia y juventud , la daba, con ese respeto y educación, con base (mis bases), pero con la creencia exacerbada, y errónea, por supuesto, de que siempre tenía razón.
La madurez, la experiencia, las lecturas, el aprendizaje y la vida, me fueron enseñando que no siempre era así pero, sobre todo, que cualquier opinión sobre algo que escapa a mi campo de conocimiento, debe ser estudiada antes de ser dada, aunque solo sea eso, “una opinión”. Y así lo hago, siempre. Consulto si son correctos los datos que doy. Si conozco a un profesional en el campo a tratar, lo llamo y le pregunto. Y si no, leo, leo mucho y todo. Y cuando algo me queda grande y no llego ni en conocimientos ni en posibilidad de adquirirlos, me callo.
Otra vez vuelven a llamarme “la experta”. A mí y a muchos otros que, como yo, expresamos nuestra opinión en estas redes. Y otra vez, vuelven a hacerlo en tono sarcástico, pero a diferencia de cómo lo hacían los míos, añaden un nuevo elemento, el intento de ofender, de atacar, a aquel que no piensa como ellos.
Mi frase para terminar iba a ser: “porque, no nos olvidemos, ellos sí son expertos”, pero creo que caería en lo mismo que ellos. Así que “la borro” y opto por no hacer caso, por ignorar. Porque como le decía ayer a una señora que en el muro de un amigo, y desde su supuesto feminismo, me llamó “hembra” “porque para ella yo era más animal que ser humano”, cuando empiezan a descalificar, yo dejo de leer.

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Desde mi libertad

Estos días, ha habido un señor que en  redes sociales, me ha tomado como objetivo de su ira incontrolable por mis opiniones. Opiniones emitidas en mi muro, mi espacio, desde la libertad, esté errada en ellas o no. Ayer, sobrepasaba los límites, utilizando mi imagen sin mi autorización, (acto penado por ley) compartiendo (mediante captura de pantalla) mi publicación con mi imagen en su muro. Pensaba que no me enteraría, pero facebook, con su reconocimiento de imagen, me avisó. Le pedí que no utilizase mi imagen sin mi consentimiento, que respetase la libertad de los demás para opinar, sin insultar. Además, le aconsejé que no era saludable visitar muros de personas que no eran de su agrado, que ahora esas energías que perdía, eran muy necesarias. Así como que mejorase su comprensión lectora: mi post iba más en la dirección de su línea de pensamiento que otra cosa. Me dijo que le estaba amenazando (de nuevo, problemas de comprensión lectora), que yo era una fascista y que solo merecía desprecio, además de que “no me tenía miedo porque era muy poca cosa”.
Es la primera vez, en los años que llevo en esta red social, que me ocurre algo así. Pero, curiosamente, lejos de enfadarme, me ha hecho ser más tolerante. Comprender, que esto es a lo que te expones cuando estás en la red porque, por desgracia, no podemos pedirle a todo el mundo un uso correcto de las mismas, basadas en la educación y el respeto. Tampoco podemos pedirlo, cuando no todos contamos con las mismas herramientas: educación, respeto, inteligencia, tolerancia…
Voy a seguir dando mi opinión, compartiendo lo que quiera compartir, artículos de periódico, fotografías, relatos, canciones, etc. Lo que mi libertad me permita, asumiendo que, a veces, la libertad es un concepto que no es respetado, precisamente , por aquellos que se proclaman como estandartes de la misma.