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Historias de Tokio: Yui, esencia (5ª parte)

Les había dejado con mi madre a punto de desmayarse en medio de Shibuya, después de haber comido en un restaurante indio tras treinta horas de viaje para llegar a Tokio, por lo que cogimos el metro y volvimos a casa. Mi madre soñaba con una ducha..así que se metió en «la ducha». El sistema de encendido del gas era un tanto complicado por lo que, mientras ella se encontraba desnuda encima de aquel suelo de mosaico esperando a que yo le diera las instrucciones para meterse en lo que parecía una bañera diminuta, le di a la manivela, encendí el gas y abrí el agua… Continuar leyendo «Historias de Tokio: Yui, esencia (5ª parte)»

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Historias de Tokio: Yui, esencia (4ª parte)

Pero para eso todavía faltaban muchos meses. Ahora tocaba seguir trabajando y prepararme para la inminente visita de mi madre. Creo que a todas las abuelas les debe pasar algo parecido pero no sé si llegan al grado de mi madre: se volvió literalmente loca. Loca de amor por «su nieto nonato», porque ella había decidido que era niño. Llegó a Japón tras más de treinta horas de viaje de puerta a puerta. Y ya desde ese momento había decidido hacer cualquier cosa por «él». Superó todos sus miedos. Viajar tantísimas horas en avión sola; pincharse en el aeropuerto, ella sola, en el estómago, una inyección anticoagulante para evitar el «mal del turista». Superar el agobio que le producía ser de ese diez por ciento de mujeres a las que la menopausia atacaba de la forma más brutal y cuyos síntomas imaginaba como algo terrible dentro de un avión durante dieciséis horas; todo ello añadido a que, justo en aquella época, las entradas a los aeropuertos japoneses estaban llenas de cámaras para detectar subidas de temperatura en los cuerpos de los viajeros y a que había varios inspectores que observaban sudoraciones anormales para, ni cortos ni perezosos, ponerte en cuarentena con el fin de evitar un posible contagio por «gripe aviar». Le había metido tanto miedo al respecto que durante los metros que duró aquel trayecto hasta la salida caminó con la cara «más saludable» que pudo poner…Y llegó. Era tempranito. Salió por aquella puerta con la cara desencajada, agotada, pero feliz, muy feliz. Creo que no era consciente todavía de dónde estaba. Continuar leyendo «Historias de Tokio: Yui, esencia (4ª parte)»