Ora pro nobis

Hace unos años hice un viaje con Yoko Araki, Willy y Sakura a Perú. Yoko era mi jefa en Japón, la productora de los programas de español de la televisión en los que trabajaba. Sigue siendo mi jefa pero más que eso, es mi amiga, o mi madre japonesa como le gusta llamarse. Willy, su marido, organizó el viaje y unió a ese grupo de japoneses y españoles que durante tres semanas viajaron por Perú. Yoko, conocedora de todas las historias que le había contado de mis viajes, me llamaba desde Japón (yo ya vivía en Canarias) preocupada : «Guada, me da un poco de miedo viajar contigo» «¿por qué Yoko????» «Porque me gusta viajar tranquila, no quiero que me pase nada y como a ti te pasan siempre tantas cosas…»
Hacía años que no nos veíamos y aunque cansados de su viaje tan largo desde Japón a Perú fue a esperarnos al aeropuerto. Nosotros llegamos, pero no nuestras maletas. Yoko, cuando salimos sin las maletas, pensaba que yo estaba de broma. Cuando se dio cuenta de que era verdad, abrió mucho sus ojos rasgados y dijo: Guada…onegaishimas…(algo así como: por favor …no empieces…). Y pasaron, bueno, me pasaron un montón de cosas más «que a nadie le pasaban». Pero eso, lo contaré en otra historia, como las que me pasaron en el viaje a Grecia, en el viaje a Myanmar, el huracán en Santo Domingo…
Y terminaba mi viaje a Florencia. Escribía hace unos días que una de las cosas que más me gustan del mundo, era ver una tormenta desde una habitación con jardín. Me encanta. Me encantan las tormentas. Los rayos y los truenos. La lluvia torrencial. Y así fue la última tarde en Florencia. El señor de un estanco en el que Yui hacia comprado su muñequita con el nombre de Florencia bordado para su colección de peluches con nombres de ciudades nos dijo sonriente : «ora pro nobis, va a llover» «¿mucho?» «Sí, mucho, mucho…»
El cielo estaba precioso, con ese color previo a las tormentas de verano. Y yo, como siempre, ¡qué guay! ¡Me encanta! ¡Vamos al Puente Vecchio! Y fuimos. Las primeras gotas empezaron a caer y enseguida le siguieron las siguientes. ¡Los siguientes cubos de agua! Porque eran como cubos. Nos protegimos justo debajo del arco del puente junto a cientos de turistas y fue divertidísimo porque en un momento, la lluvia torrencial cambió de dirección y entró por nuestra espalda empapándonos a todos. Los gritos de sorpresa fueron acompañados de un movimiento en masa hacia el otro arco, cuando la lluvia cambió de nuevo de dirección empapándonos a todos, esta vez, de frente. Y así, durante unos minutos, parecíamos una ola de turistas hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante…Y echamos todos a correr hacia los soportales de las joyerías que jalonan el puente. Vimos las carreras, los llantos de los niños asustados ante el terrible sonido de los truenos y los rayos que caían justo encima de nosotros. Las piedras de granizo. Y el puente…tan bonito. Entre charcos, risas y alegría pluvial, llegamos al restaurante en el que íbamos a cenar, empapados. Panzanella, bisteca florentina y cantuccini. Nos despedimos y prometimos volver. Las calles estaban mojadas. Los charcos alrededor del Duomo, recogían su reflejo. El olor, la luz mortecina, el frescor de la lluvia después de tantos días de calor. Las plazas desiertas. Última noche en la bella Firenze…
Tenía los pies fríos dentro de unas sandalias que habían recogido buena parte del agua caída sobre el puente más bonito del mundo. Y empecé a caminar rápido hacia el apartamento con el deseo de meter los pies en agua caliente, terminar de hacer las maletas y dormir hasta las seis de la mañana, hora del fin de nuestro viaje.
¿Cómo estaría el que había sido mi pequeño jardín florentino?
Abrí la puerta del portal. La segunda puerta que daba acceso al apartamento. «Cuidado, que hay aquí un poco de agua». Abrí la puerta del apartamento. «Cuidado que aquí hay otro poquito de agua» «cuidado que…aquí hay más agua…» «Cuidado que …» «Nooooo…no me lo puedo creer …»
El apartamento estaba completamente inundado. Cuatro centímetros de agua. Las maletas, todas en el suelo y ya con la ropa…inundadas; Yui, llorando, sujetando la bolsa de papel que contenía sus pequeñas compras: un puzzle de Florencia, una agenda para el nuevo curso y un mapa mundial en el que iría marcando los países visitados…todo destrozado. Zapatos, flotando, destrozados.
Mi preciosa Yui, tras el impacto inicial, se secó las lágrimas cogió bolsas de plástico y dijo: vamos mami, ve doblando toda mi ropa mojada (su maleta era de tela) y vamos a ir metiéndola aquí…
Y mientras arrastrábamos las maletas, las bolsas, y nuestros pies fríos por las calles desiertas de una media noche en Florencia en busca de otro apartamento para dormir unas horas y poder recomponer un equipaje que pesaba con el agua , 30 kilos más, Yui se daba la vuelta y me decía sonriente: ¡vamos mami! ! ¡Me encanta viajar contigo! ¡Es muy divertido!
– ¿Qué tal tus vacaciones en Florencia?
– Preciosas.
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